Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart son dos de los economistas más prestigiosos de la actualidad. O al menos lo eran, hasta que se ha puesto en evidencia uno de sus papers más conocidos por un error increíble en una tabla de Excel. Sí, Excel.

La relación de los economistas con las matemáticas es interesante. Es algo que tiene un rol creciente en la disciplina y en las aulas. Según algunos cálculos, «más del 80% de la literatura especializada viene expresada en lenguaje matemático«.

Las universidades más prestigiosas prácticamente sólo aceptan para programas de posgrado a alumnos con muy buenas calificaciones en asignaturas con carga cuantitativa. En sitios como Harvard, la mayoría de los aceptados en algunas promociones de doctorado son de hecho ingenieros, matemáticos o físicos de carrera.

Noah Smith, explica por qué es necesaria esa base. Danni Rodrik, de forma más concisa, también. Y no sólo en economía. E. O. Wilson dijo hace poco que un buen científico no tiene que ser especialmente bueno en matemáticas. Las críticas y replicas le llovieron enseguida.

Nassim Taleb, célebre por su libro El Cisne Negro, es una conocido crítico de la falta de «rigor matemático», y tiene abierta una cruzada contra los macrobullshiters, algo así como embaucadores o que, para él, dicen solamente tonterías macroeconómicas ().

También se ha peleado con gente como Pinker por la «ilusión estadística» de su último libro.

Desde 1494, cuando Luca Pacioli sentó las bases de la contabilidad moderna, el papel de las matemáticas no ha dejado de evolucionar. Marco Licalzi y Achille Basile repasan algunos de los hitos y la importancia de la revolución marginalista.

¿Todos los economistas conceden tanta importancia a las matemáticas? La escuela austriaca es una de las pocas que recela abiertamente del poder explicativo de las matemáticas. O de ellas como única herramienta, como explicaba hace tiempo Ángel Martín Oro.

Deirdre McCloskey, una de mis economistas favoritas, tiene unas reflexiones  interesantísimas al respecto («The Trouble with Mathematics and Statistics
in Economics»),
con un punto crítico, que hay que leer.

Paul Krugman, que ha trabajado durante buena parte de su carrera con modelos, ha mostrado sus reservas hacia la equiparación de «buenos cálculos y buen trabajo económico» sin más.

Recientemente, Tim Harford ha reflexionado sobre «the growth of abstract, deeply technical thinking in finance». Y recomienda un libro: «The Physics of Wall Street: A Brief History of Predicting the Unpredictable«.

Hay otros interesantes, como The Quants, de Scott Peterson (una reseña breve, aquí). Felix Salmon tiene un ensayo que merece la pena leer: «Recipe for Disaster: The Formula That Killed Wall Street«.

Para muchos, la respuesta es que hay demasiadas matemáticas en el mundo financiero y que pueden haber tenido un papel importante en la actual crisis. Incluso se ha estudiando lo que les pasó en agosto de 2007 a los ‘quants’.

Bueno, en realidad se habla de su papel (¿nocivo?) desde antes. O desde mucho antes, como Merton.

Otros, en cambio, desde el mismo inicio del colapso financiero han pedido que no se les culpara. En la Crítica de Ideas hemos analizado su fenómeno varias veces en los últimos años.

Para los más visuales, un documental de tres cuartos de hora sobre Quants (en holandés, pero con subtítulos y la mayoría de las entrevistas en inglés): «The Alchemists of Wall Street».

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Este post es una versión editada y alargada de la Crítica de Ideas que fue publicada ayer domingo en Mercados, el suplemento económico de El Mundo.

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