«(…) legados a este punto, habrán advertido que les he venido a hablar de un tipo de libro. De un tipo específico de libro. Lo apuntaba hace un momento, de aquel tipo de los que me han acompañado a lo largo de toda la vida.
Son aquellos libros que hacen nuestro mundo poéticamente habitable (y entiendo por poesía lo que nos acerca a lo nuclear y primigenio, y a algunos auténticos movimientos de la psique que no han podido ser jamás descritos complexivamente en los manuales de psicología), que nos lo describen y nos lo explican, el mundo, digo, colocándonos en el lugar próximo y feliz. Pienso en el libro, en gran medida, que abraza, sin abarcarlo del todo, el mundo entero. Quizás me acuerde en este momento de Dante, quien, después de su fatigoso periplo por el mundo de ultratumba, tras haber sufrido un sinfín de penalidades y haber pasado por terribles peligros, entreve a Dios al final de su periplo y su poema, ya situado en el Paraíso. Dice que ve “encuadernado con amor en un volumen, aquello que en el universo está desencuadernado”, es decir, que ve en forma de libro lo que en el universo son solamente pliegos sueltos. Algo así, por cierto, hace el editor. Me gustaría pensar que lo hace también con amor».
El delicioso texto de Jaume Vallcorba sobre la labor del editor y su amor por los libros, aquí: «La pasión del editor«.
La estrofa de Dante a la que se refiere, en el canto XXXIII del Paradiso:
Nel suo profondo vidi che s’interna,
legato con amore in un volume,
ciò che per l’universo si squaderna
En cambio, a mí Vallcorba, Acantilado, lo que me evocan es otra estrofa, esta vez del Inferno. Es de mi canto preferido, uno que me aprendí de memoria en el colegio en una curiosa apuesta con un profesor magnífico. Es el XXVI, el de Ulises. y su famosa «orazion picciola«.
«O frati,» dissi, «che per cento milia
perigli siete giunti a l’occidente,
a questa tanto picciola vigilia
d’i nostri sensi ch’è del rimanente
non vogliate negar l’esperïenza,
di retro al sol, del mondo sanza gente.
Considerate la vostra semenza:
fatti non foste a viver come bruti,
ma per seguir virtute e canoscenza«.
Ulises cuenta que ni el afecto por su hijo, ni la ternura por su madre, ni el apor por Penélope «vincer potero dentro a me l’ardore ch’i’ ebbi a divenir del mondo esperto e de li vizi umani e del valore».
Las ganas de aventura, de explorar, de conocer mundo. De vivir, de experimentar, de sentir. De empujar a sus ‘hermanos’ un paso más allá, a lo desconocido, a los confines del mundo entre miles de peligros. Esa pasión, esa quemazón interior, es el motor del ser humano,
Pporque no hemos sido hechos para vivir como brutos, como animales, sino para buscar, para perseguir, la virtud y el conocimiento.
Precioso artículo. Si nadie comenta nada es porque más vale estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas, usted sabe.
:)
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