El sábado 23 de mayo, el matemático John Nash Jr. murió en un accidente de coche junto a su esposa. Tenía 86 años y un premio Nobel de Economía. Pocos días antes, además, Nash recibió en Oslo el premio Abel «for striking and seminal contributions to the theory of nonlinear partial differential equations and its applications to geometric analysis». Y volvía a casa en taxi cuando el conductor perdió el control del vehículo.
Aunque la parte más importante de su trabajo, un paper de 28 páginas que cambió completamente la forma de entender las matemáticas, y por ende la economía, fue publicado en 1950, Nash se convirtió en una celebridad mundial tras la publicación de Una mente maravillosa, el extraordinario libro escrito por la periodista Sylvia Nasar, y la posterior película, dirigida por Ron Howard y protagonizada por Russell Crowe.
La de Nash es, fue, una vida increíble. Una inteligencia prodigiosa (la carta de recomendación de su tutor apenas tenía poco más de una frase: «Este hombre es un genio»), un talento matemático único, atrapado en una mente tan maravillosa como destructiva.
Cuando bordeaba los 30, Nash empezó a tener alucinaciones. Pensaba que le perseguían, que había conspiraciones. Que hombres con corbatas rojas eran comunistas camuflados. Que los extraterrestres residentes en la tierra se comunicaban a través de mensajes cifrados en el New York Times que él era capaz de entender. El diagnóstico fue claro y demoledor en uno de los momentos más fructíferos de su carrera: esquizofrenia paranoide.
Durante una década vivió un auténtico calvario. Entradas y salidas de centros psiquiátricos, discusiones, crisis, drama familiar. No lograba trabajar, ni producir. Veía cómo poco a poco se le escapaba la treintena, la última esperanza para un buen matemático, según Hardy. Recordemos a Ramanujan, Galois, Abel. Tres genios, tres dramas.
Pero a los 40 años, a partir de 1970, la enfermedad pareció remitir. Como explica Nasar, y a pesar de algunos malentendidos, no es que la esquizofrenia desapareciera, sino que las alucinaciones pararon. Sin tratamientos o medicinas.
El libro de Nasar (mucho más completo que la película en lo que a los detalles de su vida se refiere, y sobre todo a qué ocurre en la ‘tercera fase’) narra a la perfección las luces y las sombras. Los éxitos, pero también los fracasos. El cómo abandonó a una novia embarazada por cuestiones de clase. Lo insoportable que era la vida en pareja, hasta que sus mujeres lo dejan. Aunque después acaba recuperándose, y volviendo a vivir en casa de Alicia, y volviendo a casarse con ella.
Habla de su carácter difícil, de su comportamiento extravagante. De cómo de niño torturaba animales y ponía en peligro a su hermana. De las infidelidades. De cómo fue arrestado por la Policía y detenido en una redada «contra homosexuales» en 1954, que le costó el puesto de analista para la Rand Corporation.
El libro de Nasar explica también los años adultos, esa tercera fase en la que Nash tuvo que cuidar de su hijo Johny, también diagnosticado de esquizofrenia. La enfermedad llegó igual, pero mucho antes, cuando tenía 15 años. Johny logró, gracias a su igualmente poderosa inteligencia, conseguir un doctorado en matemáticas, pero no podía trabajar.
Sus padres, ahora importantes y con dinero, podía hacerse cargo, viajar por el mundo y llevarlo. Nasar, que siguió en contacto con el matrimonio Nash todos estos años, explicaba esta semana cómo dependía completamente de sus padres.
Para John Nash el Nobel supuso poder permitirse cafés de 2 dólares por primera vez en mucho tiempo.Porque a partir de los 40 su estado mejoró, pero ya no volvió a trabajar como antes. Tras dos décadas entrando y saliendo de sanatorios, su vida se centró poco a poco. Se había separado de Alicia en 1963, pero ella permitió que siguiera viviendo con ella y su hijo. Y con su trabajo de programadora informática, y ayuda de familiares y amigos, lo costeó.
Ella insistió en que estuviera cerca de Princeton, de su universidad. No tenía un trabajo, no sueldo, pero le permitieron estar en la Universidad, asistir a seminarios, pasear por los departamentos y leer en la biblioteca. Sus antiguos amigos y compañeros cuidaron de él, por caridad, pensando que nunca se recuperaría. Pero lentamente mejoró. Recuperó el habla e incluso volvió a hacer matemáticas.
Al ganar el Nobel empezó a vestir mejor, a comprar ropa decente. Se arregló una dentadura destrozada y se volvió cada vez más sociable. Sus últimas dos décadas, y sobre todo tras el éxito de la película, su agenda estaba llena de eventos. Yo mismo coincidí en al menos dos ocasiones con él en diferentes países de Europa.
Estos días ha habido muchísimas reacciones a la muerte de Nash. Semblanzas y recuerdos, sobre la persona y su trabajo. He recopilado unos cuantos enlaces.
– Erica Goode en The New York Times: «John F. Nash Jr., Math Genius Defined by a ‘Beautiful Mind,’ Dies at 86«.
– Luis Quevedo escribió su obituario en El Mundo: «El genio que venció a su mente«.
– «Nash’s Nobel prize«. Así explico The Economist el galardón en 1994.
– Su biografía en la web de los Nobel. Y también una entrevista.
– El siempre peleón John Cassidy en The New Yorker: «The triumph (and failure) of John Nash’s game theory«.
– Kenneth Chang en el NYT también: «Explaining a Cornerstone of Game Theory: John Nash’s Equilibrium«.
– Pedro Rey Biel en Nada es Gratis tiene una entrada muy clara: «John Nash, una vida científicamente bella«. Y resume así:
«Supongan cualquier situación estratégica en la que diferentes personas eligen cómo comportarse buscando que el resultado de las acciones tomadas por cada uno sea el que más les conviene. De primeras el problema parece imposible de resolver, puesto que uno decide sus estrategias no sabiendo lo que harán los otros, y la mejor estrategia de cada uno dependerá de la estrategia que elijan los demás. ¿Cómo encontrar una manera de cerrar este bucle infinito? Lo que hizo Nash es proponer dos condiciones que deben satisfacer toda estrategia bien elegida. Primero, cada estrategia debe ser la mejor respuesta posible a lo que cada individuo espera que hagan los demás. Segundo, lo que hagan todos es lo que de hecho los demás esperan de ellos, de forma que las mejores respuestas son mutuamente compatibles. Parece lógico, ¿no?. Pues no sólo eso. Resulta que Nash prueba que en toda situación estratégica donde el número de posibles acciones es finito, existe al menos una solución, un equilibrio, que cumple con estas dos condiciones. Y con ello, un punto de arranque para analizar toda interacción estratégica».
– Y en ese mismo post, Rey Biel cita esta reseña de Antonio Cabrales (en inglés) de hace un tiempo: «Nash and Game Theory«.
– Benjamin Morris, en 538: «Why John Nash Matters«. Con un montón de enlaces útiles y muchísimos ejemplos aplicados al mundo de los deportes.
en Time: «-Un documental de la PBS: «A Beautiful Madness«.
– «Non cooperative games«, su tesis doctoral en Princeton. El trabajo que lo llevó a la fama. Apenas 28 páginas, sin apenas notas al pie ni referencias, salvo a sí mismo.
– En El Mundo, «John Nash, el matemático que nos enseñó a ligar«. Un recuerdo a una de las escenas de la película y a la aplicación práctica de las teorías sobre cooperación. Sylvia Nasar, en esta entrevista, destaca que quizás las aplicaciones más útiles del trabajo de Nash, si es que útil es la palabra, han sido para la Reserva Federal y para el Gobierno, a la hora de decidir qué activos vende o cede.
– José Luis Ferreira, en su blog, resume un poco el trabajo del matemático. «Todo lo que hizo Nash«.
– Ignacio Luengo Velasco, de la Real Sociedad Matemática Española, en El País: «La difícil y singular trayectoria de un genio inspirador«.
– Luis Garicano, en El País, da pistas para entender la política a partir de las enseñanzas de Nash: «Negociaciones y teoría de juegos«.
– Juan Ramón Rallo en Libre Mercado: «Adiós al gran teórico del equilibrio«.
– David Fernández en El Mundo: «La tragedia griega de Nash«.
– Mariano Bosh y Verónica Alaimo en Factor Trabajo: «Nash y el ‘juego’ del mercado laboral«.
– Una faceta menos conocida: «John Nash As Cryptanalyst«. Ya en los años 50.
– The Wisdom of a Beautil Mind. Algunas de sus frases más curiosas.
– En el WSJ, una galería de imágenes: «‘A Beautiful Mind’: John Nash in Photos«.
– «John Nash, ‘A Beautiful Mind’ That Changed Economics, Dies With Wife in Crash«. En este artículo del WSJ explican cómo le interesaban la inflación y las políticas monetarias. No muy sorprendente para alguien que, cuando estaba aburrido, se acercaba al departamento de Economía a charlar con Samuelson o Solow