Escribe Kiko Llaneras en Jot Down «Sobre la objetividad: existe, importa y está al alcance de los niños».  Y sostiene algo muy sencillo, pero poco intuitivo: «Porque la objetividad claro que existe. Existe como existe el coraje, la libertad o la justicia: como un ideal. No es posible ser perfectamente iguales, ni del todo libres, pero a nadie se le ocurre decir que la igualdad o la libertad son invenciones».

Es un punto muy interesante, sobre todo porque como dice justo a continuación «esta discusión no es solo semántica. Y es que negar la objetividad daña al periodismo y empobrece el debate público. Lo hace a través de una lógica falaz: como es imposible librarnos de nuestros sesgos, entonces hay que abrazarlos y entregarse a ellos».

Es verdad que de lo primero no se deriva automáticamente lo segundo, igual que, a pesar de lo que cierta escuela filosófico-teológica ha defendido durante siglos, la negación de la existencia de Dios no lleva a la desaparición de la moral o la ética y al caos y el triunfo del mal. Pero sería absurdo negar que lo que describe Kiko es un non sequitur que escuchamos o vemos cada día.

Me gusta la idea de objetividad no (sólo) cono valor en sí misma, sino como objetivo, como camino y como guía. Que sea la brújula y el destino al mismo tiempo. Que haya que perseguirla en cada texto, pregunta o en cada tuit (más o menos). «No es un propósito fácil para el periodismo. La culpa es de las personas, por cómo somos. No nos gusta poner en cuestión lo que ya sabemos, o creemos que sabemos, y tenemos un sesgo natural que nos hace preferir la información que confirma nuestras creencias. Nos parece más convincente y más gratificante. Por eso existe una demanda importante, y quizás mayoritaria, de información sesgada e ideologizada. A este respecto, internet quizás haya sido perjudicial. Antes cada medio necesitaba alimentar una gran audiencia y eso les obligaba a mantener cierta pluralidad».

Recordaba también hace unas semanas Martín Caparrós la historia de Gareth Jones y cómo «la decisión de no mirar no es un invento actual», precisamente. Explica por qué hay que ir «Contra el público» y por qué, pese al dicho que todos conocemos y citamos, hacer periodismo no es exacamente siempre eso de «contar lo que alguien no quiere que se sepa», sino «quizá, cada vez más, sea contar lo que muchos no quieren saber».

Por ambos motivos, me temo, es necesario informarse de lo que ocurre no (sólo) a través de filtros demasiado finos. Cada decisión de informarse es un filtro, claro. Pero de igual forma que es más enriquecedor leer dos periódicos que uno y escuchar dos emisoras y no una, informarse sólo a través de newsletters, servicios de clipping o tu timeline de Twitter se acaba convirtiendo en un error.

Porque reduces, limitas, sesgas. Porque es mejor, al menos desde el punto de vista de la ciudadanía, que alguien más haga la selección. Que no seas tú mismo, aunque creas que eres plural, objetivo, variado, el que hace toda la selección. Que alguien escoja, priorice y jerarquice una serie de eventos a nivel local, nacional e internacional. Porque por muy listo que seas, y seguro que lo eres, el mundo está lleno de gente que sabe más que tú. E ignorando lo que te aburre, lo que ignoras, lo que te cansa, lo que te irrita, lo que te enfada, te encierras.

Mi opinión no es original. Lo escribí hace un tiempo aconsejando a futuros periodistas: «No eres inmune, no eres objetivo, no eres imparcial. Eres humano. Pero puedes ser íntegro, honesto y profesional«.Y la mantengo. No niego la objetividad, asumo mis limitaciones. Cada día que pasa las conozco mejor. Una vez aceptada mi enorme arrogancia, entiendo mejor mis carencias, aprecio muchísimo más el talento que antes no detectaba y veo que tengo delante dimensiones, enfoques, que ni sabía que estaban ante mis ojos, lo que me lleva a dudar de mi objetividad una y otra vez.

Estoy también muy cerca de lo que el legendario John F. Burns explicaba a los lectores en su despedida del NYT hace unos meses, cuando le preguntaban lo siguiente: «How do you manage to not get mad at the injustices man heaps upon other humans? Especially children and women? Does it ever provoke you to take matters into your own hands and get justice, instead of being a neutral observer?«.

Él lo decía muy bien (negritas mías): «I’ve always felt that passion is a legitimate — an indispensable — tool for a reporter in the face of the malevolent outrages of war. But that can never be allowed to overwhelm what matters critically to a newspaper like The Times, with the trust it has with its readers to render balanced accounts that hold true to the facts, or as many of them as are accessible amid the tide of confusion and deceit that are the inescapable companions of violent conflict. That is the gold standard, the compulsion to which passion must always yield, and it’s one that Times editors work vigilantly to uphold — sometimes, to an extent that almost all war reporters have experienced at one time or another, recasting stories in ways that cotton-wrap all passion. But, bottom line, I have held stubbornly to the belief that the reporter’s duty is not to be neutral in the face of outrage so much as to be fair, the more so when neutrality has the damnable effect of making unequal things appear equal. Identify the villains, and depict them as the satanic killers they often are? Yes, but never at the cost of obscuring the perpetrators’ accounts in justification, however mendacious, of what they have done.

«En mis pesadillas veo el debate público cayendo en un equilibrio perverso: un montón de medios y periodistas parciales e ideologizados que los ciudadanos consumen encantados», dice Kiko. No creo que esté hablando del futuro. Es el presente. Cada día, en cada tertulia, sí y en cada artículo de opinión y en cada análisis o artículo o crónica.En los que odias, y en los que te gustan. En tus enemigos, y en tus amigos. Es cierto. Pero no nos volvamos locos con ese pasado que nunca existió. La decisión de no mirar no es un invento actual.

 

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