No estoy al día, pero casi. Con el post anterior y éste, ya sólo me queda uno largo con todo lo que me traje para las vacaciones.
“En la oscuridad. Diez meses secuestrado por Al Qaeda en Siria“, de Antonio Pampliega. Es la historia de un error. Un simple error de cálculo, el fiarse de quien no debería. De no hacer caso a tu instinto, a tu miedo avisando. Las ganas de entrar que se imponen. Tres periodistas y 10 meses de cautiverio. Un relato en primera persona, sin alardes literarios ni muchas pretensiones. Muy directo, muy cercano. La impotencia y el miedo en palabras sencillas. Un diario del arrepentimiento y de las lecciones aprendidas.
“Homenaje a Cataluña“, de George Orwell. Aunque devoré 1984 y Animar farm es una de las obras maestras del siglo XX, nunca había leído Homenaje a Cataluña. Es fantástico en su sencillez. Orwell es uno de los indispensables, que convierten en oro casi todo lo que tocan.
“La matanza de Rechnitz. Historia de mi familia“, de Sacha Batthyani. No me gustó casi nada. No es desde luego lo que esperaba y casi diría que lo que me (nos vendieron). Se presenta como la historia de su familia, la del descendiente de la condesa Margit von Thyssen y su marido, quienes en la noche del 24 al 25 de marzo de 1945, cuando la Guerra estaba ya perdida, organizando una orgía de sangre en su castillo, matando a decenas de judíos. El autor descubre el hecho siendo adulto y periodista, y empieza una investigación. O eso creemos al principio. En realidad emprende un viaje interior, una puesta por escrito de sus visitas al psicoanalista. De la matanza en sí, poco. Quedé bastante decepcionado. Arrancar del hecho y convertirlo en una meditación me parece más que digno y más que interesante. Pero el resultado me resultó muy pobre.
“Arthur Koestler, nuestro hombre en España“, de Jorge Freire. Más que interesante, y eso que Koestler queda muy mal retratado. Decir que es la historia de nuestro hombre en España es quizás exagerar un poco. En España estuvo poco y mal. Es una instantánea de Koestler en general, alguien que sale mucho mejor parado en las manos de Judt, por ejemplo. Freire le hace un traje, pero con justicia. Un complemento necesario para una figura clave en esas décadas del siglo XX.
“Tantos días felices“, de Laurie Colwin.Al terminarlo pensé que necesitaría escribir un libro para explicar realmente por qué me gustó tanto el libro de Colwin. No es fácil. Ni siquiera estoy muy seguro ahora mismo. O no estoy seguro de atreverme a decirlo. La trama no tiene mucho misterio. Guido y Vincent son amigos desde niños, estudian en Cambridge. Al principio uno quiere escribir poesía y el otro ganar el Nobel de Física. Jóvenes, ricos, guapos, despreocupados. La fuerza del libro está en ellas, las protagonistas, y lo que representan en un mundo que cambia a toda velocidad. La editorial define a Holly como «extravagante». A Misty, como «misántropa terrible». La idea es que Holly vuelve loco a Guido, incapaz de entender que ella de golpe necesite desaparecer e irse a Francia, a un returo o tener un hijo cuando y cómo decida.
Misty es la némesis. La que debería volver loco a Vincent por su carácter complicadísimo, su miedo, su independencia, su potente fragilidad, su frialdad y su agresiva falta de cariño. Pero ocurre todo lo contrario. Él, alegre y optimista indestructible, lo lleva con increíble (de que no te la crees) paciencia.
El libro en realidad es una bofetada a todos los que somos Vincents y Guidos y nos guiamos por esos clichés y esas normas. Los que vemos las relaciones sólo y siempre desde su punto de vista y desde un punto de vista socialmente aceptado y aceptable. Los que nos sentimos atraidos por la novedad pero desde el primer día queremos ir modificando, modulando, amasando y acercando a nuestro molde a esos espíritus libres. Tantos días felices, de una manera brillante, a través de las relaciones de los cuatro personajes y varios secundarios (la estudiante brillante y casi autista, el tío estafador y la tía actriz) teje una red de sentimientos e ideas en defensa de la libertad, la individualidad y la falta de reglas. Contra la convención, los moldes. En favor, defensa, de cierta idea de amor. Muy alejada de Holywood, de lo romántico, de lo tradicional. A pesar de que no puede haber nada más tradicional, típico y clásico que esas dos parejas, esos cuatro personajes, esas escapadas, cenas. Porque no puede haber nada más atípico, rompedor, que los sentimientos y encajes que propone.
Hace poco, leyendo sobre Carl Schmitt, decían que tanto él como Leo Strauss usaban a otros pensadores para explicar su cosmovisión. Uno no los lee sobre Maquiavelo o Donoso Cortés para aprender sobre el italiano y el español, sino sobre Schmitt y Strauss. Al terminar, me queda la sensación de que uno no lee a Colwin para aprender sobre ella o sobre sus personajes, sino sobre nosotros mismos cuando chocamos contra ellos.
“10 ingobernables. Historias de trasgresión y rebeldía“, de June Fernández. Más que interesante. La idea, los personajes y la forma, personal de en primera persona, de contarlo. Cualquiera que siga con regularidad a June (y deberíais hacerlo) sabe cómo se mueve. En el libro escoge con mucho acierto a sus ingobernables, los que no salen en nuestros ensayos y periódicos, pero que ‘tienen historias’ tremendas. Lo que tenemos al lado y no vemos o no queremos ver. Lo que nos resulta violento aceptaro a veces simplemente reconocer. Las trasgresiones que salen carísimas y tratamos de obviar por lo que dicen de nosotros.