Llevo mucho retraso. Este año me apetece mucho más leer que escribir. Y aunque realmente estos posts no llevan mucho esfuerzo me cuesta arrancar fuerzas para ponerme. Si hay psicoanalistas en la sala estaré encantado de escuchar teorías de por qué el año pasado pasé cuatro meses sin abrir un libro y ahora ocurre lo contrario.

Anyway, en 2017 estoy teniendo bastante suerte. O me estáis recomendando mucho mejor o escucho con mucho más criterio. Pero estoy disfrutando y hay pocas decepciones.

«Más allá de la contienda“, de Romain Rolland. Como dice Silvia Broome, no todo es ni puede ser Zweig. Rolland fue pacifista cuando era el peor pecado posible. Un canto a la paz, a la hermandad, a Europa. Un intento desesperado de apelar a la razón y la hermandad, de pueblos intelectuales, cuando estalló la Gran Guerra. Rolland parece naive, blando. Peleando a caballo contra tanques. valiente desde Suiza. Escribiendo y rogando a amigos y enemigos. Mediador incansable ante insultos y desprecios. Un digno tipo ideal weberiano del mundo de ayer que se apagaba. Me resulta lejano, decimonónico. Empatizo, pero no me identifico. Sé que está con los buenos. Y comprendo, triste, por qué perdieron contra el irrefrenable torrente del joven siglo XX

Are we smart enough to know how smart animals are?“, de Frans De Wall. La respuesta a su pregunta es que sí, pero con matices. De Wall sabe escribir, pero éste no es su mejor libro. Un repaso centrado claro está en primates, su especialidad, a los animales, su inteligencia y nuestras limitaciones. Un ensayo para explicar qué sabemos y sobre todo qué somos capaces de medir y cómo. Didáctico, pero algo lento y repetitivo. Se aprenden cosas, hay montones de anécdotas, ejemplos y menciones deshuesadas de papers científicos. Pero no me acabó de enganchar.

Euforia“, de Lily King. Muy, muy bueno. Una novela  sobre «los egos y deseos de un trío de antropólogos en la jungla de Nueva Guinea». Una mirada cínica, como la de Nigel Barley, con humor, amores incontrolables y un intento casi paródico de hacer ciencia en Papua. Recreación libre pero estupenda de la vida de Margaret Mead. Más que recomendable.

The smartest kids in the world. And how they got that way“, de Amanda Ripley. Profesores, profesores, profesores. No es cuestión de mucho más dinero, ni instalaciones, ni de imiitar sistemas como el de la loca e insoportable presión coreana. Libertad, flexibilidad y lucha contra el aburrimiento son las recetas que Ripley, tras un año de viajes por el mundo y análisis de diferentes sistemas educativos recomienda. Libro muy ameno y didáctico. No sé si tiene razón o si lo que ella destaca es lo más importante. Ni siquiera si es suficiente. Pero parece bastante sensato.

Camino a Trinidad“, de José Andrés Rojo. Admito que cuando se lo cogí a Rojo en la Feria del Libro no me esperaba algo así. Pero me gustó. Sus años de juventud y su vuelta a la Bolivia en la que creció. Una historia muy personal, de amigos y familares cercanos de alguien desorientado y sin necesidad de camuflarlo o adornarlo.

La partida inmortal. Una historia del ajedrez“, de David Shenk. No especialmente bueno. Ni el autor domina el campo  ni  logra historias especialmente interesantes. Hay algunos pasajes más interesantes, pero sin pena ni gloria.No lo recomendaría.

El balcón en invierno“, de Luis Landero. Fantástico. Precioso relato de infancia y juventud, de la relación familiar, de la tensión con el padre al que luego añora. Recuerdos profundos y sentidos de los años de crecimiento de un  niño en una casa donde no hay un solo libro. En una familia que sale del pueblo y llega a la ciudad para ganarse la vida. Y de un chaval que descubre en las palabras su razón de ser. No había leído nunca nada de Landero, pese a la insistencia de Lara. Ahora no me queda más remedio que comprar todo lo demás.

Democracy without nations. The fate of self-government in Europe“, Un ensayo más que interesante de Pierre Manent que me recomendó Juancla de Ramón. Es muy cortito y la  parte más interesante es la primera. Un escepticismo muy claro pero incisivo sobre la UE, o más bien sobre un futuro con estructuras supranacionales. Manent, conservador, defiende que el Estado nación es la estructura que  mejor ha funcionado tras todo tipo de experimentos. Y advierte: pensar que dejarlo atrás es muestra de progreso es un error y es peligroso. Denso y no especialmente accesible. La segunda parte,  más teológica, es mucho más complicada.

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