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Publicaciones de la categoría: Filosofía

Stuart Mill, Wendell Holmes y la perpetua tentación del dogma

19 miércoles Feb 2020

Posted by suanzes in Filosofía, Historia, Política, sociologia

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08-18-17 Free Speech

¿Debe ser delito la apología de los totalitarismos? Lean a Gargarella en El País:  «¿Por qué es inaceptable penalizar el negacionismo? Es inútil: el que piensa distinto va a seguir pensando distinto por más que se le imponga una pena. Es peligroso: hay riesgo de que la herramienta de la sanción penal se use para empezar a cazar opositores. Es contraproducente: si a alguien se le impide pensar o explicitar ciertas ideas a través de la amenaza de la fuerza, tenderá a reafirmarse, y otras personas pueden empezar a encontrar esas ideas atractivas. Es injusto: las personas tienen el derecho a pensar lo que quieran; lo que hay que hacer es tratar de persuadirlas. Es jurídicamente indebido: los problemas sociales y morales no merecen atacarse a través del derecho penal, que debe ser un último recurso ante casos extremos. Es instrumentalmente errado: el Estado tiene a mano medios más promisorios y menos costosos en términos de violencia (políticas de la memoria, por ejemplo). Y, sobre todo, el imperecedero argumento “escalonado” de J. S. Mill: no somos infalibles; ellos pueden tener una porción de la verdad; y aún si equivocados por completo, necesitamos su desafío para no sostener lo que decimos como un dogma«.

La opinión de Stuart Mill se puede rescartar de On Liberty (disponible aquí en PDF en inglés).  Escribía, en 1859, que «The assumption that we are infallible can we justify the suppression of opinions we think false. Ages are as fallible as individuals, every age having held many opinions which subsequent ages have deemed not only false but absurd».

JSM Infalible 1

Ramón González Ferriz coincide en su columna de El Confidencial: Exaltar a un dictador o hacer un chiste de mal gusto sin ir a la cárcel debería ser posible. «Las bromas de mal gusto pueden producir repulsa o sentimientos de ofensa. La exaltación de un dictador es un insulto deliberado a todas sus víctimas. Pero me temo que deberíamos soportar esas cosas sin reprimirlas penalmente. No lo digo con gusto: soy consciente que si proliferaran ambas prácticas, nuestra sociedad sería mucho peor. Entiendo también otros peligros: vivimos en un tiempo en el que muchos quieren apurar al máximo sus derechos. Si saben que pueden bromear sobre una víctima del terrorismo, o celebrar a Franco para hacer rabiar a los progres, lo harán con frivolidad y con el único objetivo de producir daño. A pesar de eso, debemos correr el riesgo. Las leyes mordaza son un error. Decirle a la gente que no puede decir en público que es partidaria de Franco, también».

Daniel Gascón en El País también: El peligro de prohibir. «Y, sobre todo, cuando prohíbes una opinión porque te parece peligrosa para la democracia ya has empezado tú mismo a degradar la democracia. No hace falta que vengan los enemigos reales o imaginarios: has adelantado su trabajo. El franquismo no es ya una amenaza para nuestra democracia. Pero sí puede serlo la pulsión antipluralista, que está bien repartida por el espectro político».

Antonio Maestre en Eldiario.es: El delito de apología del franquismo sin nuestro Historikerstreit, un error histórico de cálculo y memoria. Desde una tesis diferente y que, según él, no parte de una visión naif de la libertad de expresión (que le critica a Gascón), y resucitando el famoso debate de Nolte y Habermas.  «Antes de que pensemos en medidas como la instauración del reproche penal es preciso iniciar un debate académico profundo sobre la memoria de nuestro país en el que participen las instituciones de forma activa con medidas concretas de educación y restitución. Alemania, durante su Historikerstreit, construyó el gran Monumento del Holocausto en Berlín. Tenemos la oportunidad de replicarlo en Cuelgamuros con medidas que no sean un insulto a la inteligencia como cambiar una orden monástica por otra, como pretende el Gobierno. Existe el modo, aunque sea más lento. Un país que todavía no ha acuñado su propia verdad histórica y no ha construido su identidad colectiva hacia su pasado más dramático yerra de manera radical penalizando una cosmovisión particular privilegiando una interpretación colectiva inconclusa de un periodo dramático de nuestra historia».

María Ramírez en Eldiario.es: Primera enmienda. «Es tentador legislar contra los gritos más abominables y desinformados, pero a menudo las soluciones están en otro lado. El Estado debe intervenir para proteger a las personas concretas contra el daño físico y psicológico y la línea no siempre está clara. Para lo demás suele valer con cruzarse de acera, mirar hacia otra ventana, bloquear al gritón en Twitter y sobre todo no prestarle ningún altavoz».

the great dissentSiempre ayuda recordar a Oliver Wendell Holmes y sus opiniones sobre la primera enmienda en muchos casos famosos. En 1919, en Abrams vs United States, emitió un voto particular legendario, que algunos consideran The Most Powerful Dissent in American History. Hay unos párrafos sobre el mercado libre de las ideas (inspirado en la Aeropagitica de MIlton) que deberían estar a disposición en parlamentos, facultades de periodismo y tribunales:

“Persecution for the expression of opinions seems to me perfectly logical. If you have no doubt of your premises or your power and want a certain result with all your heart you naturally express your wishes in law and sweep away all opposition. To allow opposition by speech seems to indicate that you think the speech impotent, as when a man says that he has squared the circle, or that you do not care whole heartedly for the result, or that you doubt either your power or your premises. But when men have realized that time has upset many fighting faiths, they may come to believe even more than they believe the very foundations of their own conduct that the ultimate good desired is better reached by free trade in ideas-that the best test of truth is the power of the thought to get itself accepted in the competition of the market, and that truth is the only ground upon which their wishes safely can be carried out. That at any rate is the theory of our Constitution.

It is an experiment, as all life is an experiment. Every year if not every day we have to wager our salvation upon some prophecy based upon imperfect knowledge. While that experiment is part of our system I think that we should be eternally vigilant against attempts to check the expression of opinions that we loathe and believe to be fraught with death, unless they so imminently threaten immediate interference with the lawful and pressing purposes of the law that an immediate check is required to save the country. I wholly disagree with the argument of the Government that the First Amendment left the common law as to seditious libel in force. History seems to me against the notion. I had conceived that the United States through many years had shown its repentance for the Sedition Act of 1798 (Act July 14, 1798, c. 73, 1 Stat. 596), by repaying fines that it imposed. Only the emergency that makes it immediately dangerous to leave the correction of evil counsels to time warrants [250 U.S. 616, 631] making any exception to the sweeping command, ‘Congress shall make no law abridging the freedom of speech.’ Of course I am speaking only of expressions of opinion and exhortations, which were all that were uttered here, but I regret that I cannot put into more impressive words my belief that in their conviction upon this indictment the defendants were deprived of their rights under the Constitution of the United States”.

 

 

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One cannot have everything one wants

09 martes Feb 2016

Posted by suanzes in Filosofía, Historia, Uncategorized

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berlin y trevorIlustración de Richard Wilkinson para Intelligent Life

Haciendo limpieza en enlaces pendientes he encontrado un artículo de 2012: Old polymaths never die. The unstoppable legacies of Isaiah Berlin and Hugh Trevor-Roper, de Adrian Wooldridge.

El autor es un conocido periodista de The Economist, donde ahora firma la columna Schumpeter,  y el ensayo lo publicó Intelligent Life. Es un texto fantástico, delicioso, de obligada y disfrutada lectura.

Una reflexión sobre dos hombres clave del Oxford del siglo XX. De edades similares. Colegas, pero no amigos. Un historiador puro y un historiador de las ideas que, incluso después de fallecidos, han sido éxitos editoriales. Dos personalidades fuertes, complejas. Con grandes éxitos y algunos fracasos.

Respetados, admirados, populares. Con una enorme influencia en el mundo de las ideas, pero también de la política o el periodismo. Dos recuerdos de una época intensa, de un mundo pequeño, elitista, aristocrático, formidable en muchos aspectos.

«The twin cults of Berlin and Trevor-Roper show no sign of fading. They continue to produce new books and fresh insights. They remind us of a world in which academics could be intellectuals and also wonderful writers, and of a time when, as Matthew Arnold put it in The Scholar Gypsy, ‘wits were fresh and clear,/and life ran gaily as the sparkling Thames’«.

Es curioso que alguien que disfrutaba «de la monotonía de la ruina» como Berlin dedicara a sus discípulos y a los alumnos en general tanto de su tiempo. Lo  evocaba hace un tiempo Nick Kristof y, con más ejemplos, lo explicó estupendamente Hitchens en sus memorias de la época univesitaria.

He encontrado continuas referencias a Berlin en mis favoritos, más de las que imaginaba A la sonata para piano 960 de Schubert que le emocionaba en los dedos de Brendel.

Por ejemplo a The Counter-Enlightenment, en sus archivos, brillante y necesario para que la visión whig de la historia y de la filosofía no nos haga pensar que todo ha sido un camino marcado, un sendero fijo y fijado que nos conduce inevitablemente hacia el progreso. Con Vico, Hamann, Herder o Jacobi desfilando entre sus párrafos

He releído el ensayo de Enrique Krauze en Letras Libres: El profeta Isaiah. Sobre su identidad judía, la decisión de optar por la asimilación y no la emigración (de nuevo) y el desarrollo de la idea de libertad negativa contra el autoritarismo de Helvétius, Rousseau, Fichte, Hegel, Saint-Simon o De Maistre.

O en Rea Silvia, una reflexión sobre La mentalidad soviética. La cultura rusa bajo el comunismo y de cómo «los intelectuales bajo el régimen soviético fueron un instrumento más al servicio del Estado, algo que Isaiah Berlin supo ver y analizar a la perfección». Un análisis sobre el espíritu erasmista del filósofo y la influencia de los intelectuales.

Ha encontrado un par de muy buenas reflexiones en The New York Review of Books. El primero, publicado en 1968, sobre Alexander Herzen: The Great Amateur.

El segundo, el más importante para este post y para nosotros como sociedad lo recuperaron en 2014 con el título A Message to the 21st Century. Exactamente 20 años antes, Berlin aceptó el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Toronto. En su nombre se leyó éste discurso que contiene algunas de sus ideas fuerza más importantes.

Es EL discurso. Lo que deberíamos leer, estudiar, memorizar y enseñar. Lo que deberíamos tatuar en nuestras almas revolucionarias. Lo que nos enseña Víctor Lapuente en su El retorno de los chamanes. De verdad, tienen que dedicarle unos minutos.

Es un discurso, una lección, sobre cómo los horrores del siglo XX no fueron responsabilidad de sentimientos (miedo, codicia, odio tribal, celos, amor por el poder), aunque estos jugaron un papel importante, sino de las ideas. O más bien: de una idea en concreto.

[Los horrores]»They were, in my view, not caused by the ordinary negative human sentiments, as Spinoza called them—fear, greed, tribal hatreds, jealousy, love of power—though of course these have played their wicked part. They have been caused, in our time, by ideas; or rather, by one particular idea. It is paradoxical that Karl Marx, who played down the importance of ideas in comparison with impersonal social and economic forces, should, by his writings, have caused the transformation of the twentieth century, both in the direction of what he wanted and, by reaction, against it. The German poet Heine, in one of his famous writings, told us not to underestimate the quiet philosopher sitting in his study; if Kant had not undone theology, he declared, Robespierre might not have cut off the head of the King of France».

¿De qué idea se trata? De algo simple, tanto que asusta. Tanto que es difícil resistirse:

«Let me explain. If you are truly convinced that there is some solution to all human problems, that one can conceive an ideal society which men can reach if only they do what is necessary to attain it, then you and your followers must believe that no price can be too high to pay in order to open the gates of such a paradise. Only the stupid and malevolent will resist once certain simple truths are put to them. Those who resist must be persuaded; if they cannot be persuaded, laws must be passed to restrain them; if that does not work, then coercion, if need be violence, will inevitably have to be used—if necessary, terror, slaughter. Lenin believed this after reading Das Kapital, and consistently taught that if a just, peaceful, happy, free, virtuous society could be created by the means he advocated, then the end justified any methods that needed to be used, literally any».

«Si estás totalmente convencido de que hay una solución para todos los problemas de la humanidad, de que se puede concebir una sociedad ideal y que los hombres pueden lograrla simplemente si hacen lo que sea necesario para ello, entonces tú y tus seguidores debéis pensar que no puede haber un precio demasiado alto que pagar para abrir las puertas de ese paraíso. Sólo los estúpidos y los malvados se resistirían si se les presenta una verdad tan simple. Los que se resisten deben ser persuadidos. Si no pueden ser persuadidos habrá que aprobar leyes para contenerlos. Si eso no funciona, coerción. Si hace falta, violencia. Si es necesaro, terror, matanzas». (Traducción veloz mía). El fin justifica los medios, cualquier medio.

¿Qué se puede hacer ante algo tan obvio y poderoso como la Revelación? ¿Se puede hacer algo? La respuesta de Berlin es puro Berlin: «The central values by which most men have lived, in a great many lands at a great many times—these values, almost if not entirely universal, are not always harmonious with each other. Some are, some are not».

Hay que entenderlo, asumirlo, aceptarlo y respetarlo: los valores son y serán siempre diferentes y difícilmente compatibles. Libertad e igualdad, libertad y seguridad, justicia y piedad, imaginación y espontaneidad vs planificación y orden. La búsqueda de la verdad y la felicidad no siempre casan bien.

«If these ultimate human values by which we live are to be pursued, then compromises, trade-offs, arrangements have to be made if the worst is not to happen. So much liberty for so much equality, so much individual self-expression for so much security, so much justice for so much compassion. My point is that some values clash: the ends pursued by human beings are all generated by our common nature, but their pursuit has to be to some degree controlled—liberty and the pursuit of happiness, I repeat, may not be fully compatible with each other, nor are liberty, equality, and fraternity«.

Es decir: «we must weigh and measure, bargain, compromise, and prevent the crushing of one form of life by its rivals». Hablar, escuchar, negociar, ceder, pactar, perder, ganar.

Aquí Berlin me llama directamente. Lo escucho perfectamente, hace ya muchos años. «I know only too well that this is not a flag under which idealistic and enthusiastic young men and women may wish to march—it seems too tame, too reasonable, too bourgeois, it does not engage the generous emotions».

Berlin suena flojo, aburrido, burgués, blando. La de veces que habré llamado blando a Berlin en mi vida. Por querer pactar en vez de luchar, por no hacer frente (pensaba, idiota) al enemigo, al a fatal arrogancia, a los enemigos de la sociedad abierta. No levanta la voz y  muchas veces deja que los más lanzados dominen el escenario, que vendan o impongan su mensaje. Que atraigan a los jóvenes con sus promesas de reivindicación, batalla y gloria.

Qué razón llevaba, llevó siempre. Lo sabía y sabía también que el camino no estaba en la guerra abierta, sino en la estrategia de guerrilla. En encontrar y señalar a los profetas del autoritarismo. Para eso había que leerlos, no ignorarlos. Remontarse a sus orígenes, a sus ideas, a sus fundamentos. Comprender de dónde viene su fuerza y dónde está su debilidad. Y escribirlo, contarlo y enseñarlo.

«Isaiah Berlin era un liberal, un hijo de la Ilustración. Pero también era un adulto. Sabía que el exceso de confianza de la Ilustración era un error, y que sus adversarios habían planteado objeciones, especialmente sobre el valor del conocimiento, que cualquier persona rigurosa debe tomar en serio. Pocos liberales son liberales cuando se enfrentan a sus críticos. Berlin lo era. Les dejaba hablar y escuchaba, aunque lo que los críticos expresaran tuviera la forma de gritos o lamentos, o aunque en última instancia sus puntos de vista, como los de Joseph de Maistre, le parecieran completamente odiosos. Se convertían en “casos” que ofrecían lecciones de las que la filosofía podía aprender», ha escrito con mucho acierto Mark Lilla, alguien que conoce bien los peligros de las ideas equivocadas de los intelectuales.

Berlin es fundamental para explicar, sin odios, sin rabia, sin ira, que el problema no estuvo sólo en la praxis. Jamás. El problema estaba, está, en las ideas, en lo que subyace. En ese espíritu redentor que nos ofrece el paraíso a un precio ridículo. Que nos promete el maná si se lo arrebatamos a los que nos lo quieren robar o los que siempre lo han escondido para su uso personal.

«El chamán es astrólogo, ideólogo o economista teórico, lo que corresponda a cada periodo histórico. El chamán conoce ese Mundo con mayúsculas. Da igual el álgebra que utilice, si se pone la túnica sacerdotal o la toga filosofal, o si sermonea desde el púlpito de una iglesia o desde el estrado de una universidad. Es un chamán porque transmite la certeza de que existe un orden cósmico. El negocio del charlatanismo es vender el sueño colectivo de ese orden. El charlatán nos alerta de que estamos lejos de ese orden, pero que alcanzarlo está en nuestras manos Para ello el chamán nos ofrece su plan, el Gran Plan», escribe Lapuente (página 86)

Berlin, en su discurso, en toda su obra, nos insiste en un precepto fundamental: «you must believe me, one cannot have everything one wants—not only in practice, but even in theory«.

Lena despacio, las veces que sea necesario. Si hubiera que memorizar una frase, menos de 20 palabras, deberían ser éstas: no podemos tener todo lo que queremos, ni en la práctica ni en la teoría. Sobre todo en la teoría. No es una cuestión de recursos, de gestión, de administración, de propiedad de los medios de producción, del boicot de los enemigos, de la falta de fe.

«Si queremos construir una sociedad más igualitaria, justa y sostenible necesitamos el sentimiento opuesto a la indignación: la templanza. Necesitamos aparcar el lenguaje grandilocuente de la ‘lucha’ y las ‘conquistas sociales’ y abrazar el lenguaje humilde del consenso y el pacto»… «La cultura de la templanza y del consenso nose asienta tampoco en unas instituciones políticas definidas, como una democracia madura o un particular sistema electoral, ni en un determinado umbral de renta per cápita. No se asienta en estructuras materiales o superestructuras inamovibles. Se asienta entre nosotros, pero no lo vemos. Ese factor incorpóreo, pero hercúleo, es la retórica política: cómo se configura el arte del discurso político, cómo respiramos y procesamos los problemas políticos. Un factor fundamental para entender por qué unos países prosperan en cierta armonía mientras otros se ahogan ante los problemas colectivos  (Lapuente, páginas 19 y 20).

En sus ensayos «que trataron de tantos autores de tantos siglos, Isaiah Berlin creó una especie de ciudad intelectual que podemos explorar y en la que podemos volvernos más sabios, un lugar en el que podemos empezar al fin a pensar por nosotros mismos. Contra la corriente es una invitación abierta a visitar esa ciudad y unirnos a las cada vez más despobladas filas de los que no se dejan engañar», concluye Lilla.

Y no puede llevar más razón. Es todo una cuestión de ideas.

Arden los sonidos en el éter

30 domingo Nov 2014

Posted by suanzes in Filosofía, Historias

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En 1945, Isaiah Berlin, filósofo e historiador de las ideas, acababa de llegar a Moscú como primer secretario de la Embajada británica. Berlin, nacido en Letonia en 1909, se exilió con su familia a Inglaterra tras la Revolución de 1917, y acabó convirtiéndose en uno de los pensadores más respetado de la segunda mitad del siglo XX.

Recién acaba la Guerra, durante una visita a Leningrado y estando en una librería, Berlin entablo conversación con un hombre que miraba unos ejemplares gastados de poesía. Resultó ser Vladimir Orlov, célebre crítico literario. Hablaron, rieron, intercambiaron historias sobre amigos comunes, sobre autores y anécdotas. Y al rato, un nombre, un nombre que cambiaría para siempre su historia, salió de los labios de Orlov: Ana Ajmátova.

Ajmatova, una de las poetas más reverenciadas de Rusia, de la URSS, era una amenaza. Durante más de 20 años fue perseguida, acosada e insultada por los hombres de Lenin y Stalin. «La monja puta», como la llamaba Koba, vio morir a su marido y tuvo que sufrir cuando su hijo era encerrado una y otra vez y pasaba años en prisión. Se le prohibió publicar y trabajar. Su casa, fría, pequeña, compartida, estaba controlada y sus vecinos informaban de todos sus pasos. Tuvo que quemar sus obras y vivir de la caridad de sus amigos. Tuvo, incluso, que escribir una oda al «padrecito» para mantener a su amado Lev con vida. Pero resistió, sobrevivió y se hizo grande.

Era una figura colosal, respetada. Políglota y traductora, esposa de historiadores y astrólogos, era dueña de un ruso elegante, cuidado, refinado, culto. De una memoria prodigiosa. De un valor enorme, tanto como para publicar una obra como Requiem, sobre el terror que había visto, que veía.

Ajmátova tenía una mirada única que hacía temer a los matarifes del Partido Comunista, que ante el asedio nazi se vieron obligados a sacarla hacia el Este muy a su pesar.

Ajmátova, amada por Pasternak o Modigliani, querida por Gorodetsky o Brodski e íntima de Nadezhda Mandelshtam, no sólo había logrado sobrevivir, sino que vivía a pocas manzanas de la librería donde Berlin pasaba la mañana.

Orlov hizo una llamada y poco después del mediodía ambos acudieron de visita. Llegaron al piso destartalado al que ella había regresado en 1944, tras el final del asedio. Unos pocos muebles gastados, apenas unas patatas para alimentarse y sólo un recuerdo de la Arcadia, un sencillo esbozo de Modigliani hecho cuando más de 30 años antes ella estuvo en París.

ajmatova

Prácticamente el único recuerdo material que Ajmátova conservó tras las purgas y el acoso, tras la guerra y la pobreza. Muy diferente del retrato maravilloso de Natan Altman, limpio, luminoso. Una figura elegante, relajada, atractiva que es como siempre recuerdo yo a la escritora.

Al poco, Randolph, el hijo de Churchill, periodista, apareció por el barrio en busca de Berlin, y antes de que la presencia de ambos pudieron comprometer a Ajmátova, el profesor, ahora metido a diplomático, se fue corriendo. Pocas horas después, sin embargo, regresó, y no salió del apartamento hasta bien entrada la mañana.

Berlin ha contado su versión, sus recuerdos, en Meetings with Russian Writers en Personal Impressions. Michael Ignatieff ha relatado de forma extraordinariamente hermosa el episodio en su célebre biografía del pensador. Y hay decenas de artículos, historias y monografías que lo evocan, por ser uno de los episodios más llamativos de la historia cultural de la Guerra Fría. Hay incluso una opera, con libretto de Jonathan Levy, sobre la noche.

Una «agnación» a la que Gyorgy Dalos dedicó un ensayo entero titulado «The Guest From The Future: Anna Akhmatova and Isaiah Berlin«, que reseñó magníficamente Christopher Hitchens en la LRB hace más de 15 años. De hecho, la reseña se centra más en la biografía y en el personaje, dando muchísima caña a su respetado protagonista, pero eso uno de los textos más brutales que conozco y que explican quién era de verdad Hitchens, por qué se convirtió en una leyenda y por qué le tenían tanto respeto.

Orlando Figes, en El baile de Natacha«,  evoca esa noche del 20 de noviembre de 1945 así: «hablaron sobre literatura rusa, sobre la soledad y el aislamiento que ella padecía. Y sobre los amigos del mundo desaparecido de San Petesburgo, el de antes de la Revolución». Y su libro está plagado de detalles de la vida y el sufrimiento atroz de Ajmátova, que 20 años después, sola y triste, murió de un ataque al corazón

Pero por unas horas, en esa gélida noche, todo fue perfecto. Fue una de esas noches mágicas en la que no pararon de hablar ni para ir al baño, fuera de las habitaciones, porque salir al pasillo habría roto el encanto, la conexión. Hablaron de libros, de significados, de amor y de de exilio. Físico el de él, interno el de ella. Se pelearon por Turgenev y Dostoievsky y se reconciliaron con Pushkin y Chejov, por una Europa en la que nunca coincidieron, por un mundo que nunca compartieron.

Lloraron hablando, lloraron recitando, lloraron recordando y lloraron juntos pensando en lo que fue y pudo ser. Llorando por todo lo que era.

Los detalles exactos de todo lo que pasó nunca se sabrán. Muchos amigos comunes, pese al desmentido, siempre dieron por hecho que la comunión entre ambos fue algo más que mental. Como dice Ignatieff, cualquier ruso que haya leído los textos de Ajmátova no puede pensar que no yacieron. Pero en realidad es algo que importa absolutamente nada.

Jon Stallworthy les dedicó una composición que siempre me ha encantado, y que acaba así:

Let it be lettered in flame
translated into air
to be printed and reprinted
anytime   anywhere

under roof or under stars
on the one press that survives
the listeners  the watchers
the searchers with their knives

Berlin volvió a Inglaterra y se convirtió en un mito. Ella, que ya lo era, nunca se recuperó del todo de ese encuentro con un cosmopolita 20 años más joven, que cuando la conoció nunca había leído su obra, pero acabó siendo su mejor embajador. Sea como fuere, pasara lo que pasara esa noche, el recuerdo que dejó en la poetisa quedó plasmado en uno de sus trabajos más hermosos, en los textos de Cinque.

Arden los sonidos en el éter
y el alba se agazapa en la sombra
Para siempre, en el mundo enmudecido
sólo quedan dos voces: la tuya y la mía
Y bajo el viento de invisibles Ladogas
casi a través de un sonido de campana
en un ligero brillo de arcoiris cruzados
se convirtió el diálogo nocturno

Fue una noche única, mágica, irrepetible. La atmósfera que lograron esas horas, la confianza que se volcaron, no volvió a producirse. Berlin quiso volver a visitarla años después, pero ella, que temía por su seguridad, más mental y emocional que física, no aceptó. Se encontraron en Oxford dos décadas después, pero fue algo frío, doloroso, casi hiriente.

La intimidad es algo que normalmente sólo se consigue tras años de relación, sacrificio, de trabajo, de confianza. Pero la intimidad perfecta se da, a veces, con un desconocido, cuando todo es tan difícil pero parece tan sencillo. Cuando las barreras y el peligro son tan grandes que la única forma de actuar es desnudarse de inmediato y no pensar, no dudar, no mentir.

Cuando la recompensa es pequeña, pero la emoción enorme. Cuando no hay juicios ni prejuicios. Cuando no hay reproches, sino miradas. Cuando no te une nada, y por eso te une todo. Cuando no nos asusta el mañana porque olvidamos el ayer y el hoy. Cuando arden los sonidos en el éter y el alba se agazapa en la sombra.

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In memoriam Rocío Orsi. STTL

Mis ojos, sus ojos

17 lunes Nov 2014

Posted by suanzes in Filosofía, Periodismo

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CuartangoLa columna de hoy de Cuartango en el periódico es una maravilla. Preciosa, intimista, desbordante. Se titula: «Estos tus ojos«. Leedla.

No soy un gran lector de columnas. O mejor dicho, no soy un gran seguidor de columnistas. No hay prácticamente nadie a quien siga con devoción, ni sé prácticamente qué día publica cada uno. Las columnas no son lo primero que miro al leer el periódico, ni las guardo, colecciono o subrayo. Hay gente que me gusta, claro, y a la que al final leo mucho más que a otros. De medios muy diferentes. Amigos personales o no. Gente con la que estoy de acuerdo normalmente o todo lo contrario.

Pero en El Mundo tenemos la suerte de tener gente que hace cosas diferentes. No que escriban de forma diferente, mejor, más literaria, más rica, con más o mejor información, con más razón, sino que tienen una mirada diferente. Y eso es lo que yo busco. No al que me da o me impone respuestas, sino el que me hace ver que no estaba haciendo las preguntas  adecuadas. Al que me hace descubrir que no sabía ni que tenía que hacerme esas preguntas. Al que me descoloca, me rompe. No al enfant terrible que quiere epatar al burgués diciendo caca, culo, pedo y pis.

Yo busco, leo y aprecio al que toca aspectos que yo trato de esquivar. Al que se desnuda como me gustaría y no me atrevo. Al valiente. Al valiente de verdad. Al que se convierte en mis ojos.

Si tuviera que destacarlos, sin un orden establecido, diría que, desde ópticas completamente diferentes, Cuartango, Arcadi, Lucía Méndez y Jabois me aportan lo que nadie más me aporta en otras partes.

Lucía hace, hoy, uno de los análisis políticos más acertados, directos y claros de la prensa española. No se corta, no se envuelve en retórica abstracta ni en literatura barata. Pero da en la diana casi siempre, y por eso se la rifan. Hace años, cuando yo empecé en el periódico, no lo entendí. Yo pensaba, consciente o inconscientemente, que para destacar tenías que ser lírico, o complejo, oscuro, ambicioso, o pretencioso, o literario, o agresivo. Evidentemente, no tenía ni la más remota idea.

Jabois es la pura frescura, aunque lo estamos quemando por sobreexposición y agotamiento. Sus referentes (intelectuales, literarios, cinematográficos, generacionales incluso) no tienen nada que ver con los míos. Por eso me pierdo, y me enfado, y me aburro. Pero luego vuelvo y sonrío, y disfruto. Y pocos días (o páginas) después veo lo contrario, y me irrito, y grito y ya no sé cuál es el mensaje que subyace. Hasta que recuerdo que si no encuentro el hilo conductor es porque no lo hay. Y no es que sea zorro, o erizo, sino una mezcla de los dos que ni él mismo conoce. Es talento a borbotones.

Mi relación con Arcadi es complicada. Lo dije una vez y lo mantengo. La mitad de las veces no entiendo lo que dice. Y la otra mitad no coincido con él. Pero en lo que hace es francamente bueno, genial. Tiene una aproximación a la sociedad y al periodismo completamente única. Muy profunda, muy diferente. Agresiva, violenta, brutal. Su forma de leer los periódicos es alucinante. La hermenéutica de sus análisis es oscura, retorcida, complicadísima. Y a mí me gusta lo simple. No entiendo su prosa, la mayoría de sus referencias e incluso qué es exactamente lo que pretende. Pero es muy necesario y hace cosas que jamás seré capaz de replicar.  Repasando un poco veo que es seguramente al que más a menudo cito, siendo con el que menos de acuerdo suelo estar.

Y luego está Cuartango. Es probablemente el columnista más sincero que nunca he conocido. En cada texto de cada lunes se desnuda completamente y nos deja ver sus miedos, su pasado, su presente. Nos dice lo que ama y lo que teme. Lo que recuerda (desde la infancia en el pueblo jugando al fútbol en el patio a los años de Francia), lo que fue, lo que es, lo que teme ser. El pasado y el futuro.

Sus sufrimientos, tormentos. La existencia y su precariedad. El vacío, la ética, el tiempo, el fin, el ser y la nada están detrás de cada frase. Está el extranjero, está la nausea y el hombre sin atributos. Está la rama dorada, la Iglesia, el hombre unidimensional, el existencialismo en vena, la deconstrucción casi tatuada. Está en todas y cada una de ellas Dios y la falta del mismo. El amor más puro y doloroso.

«Mis ojos son mi felicidad y mi tormento. Son mi espejo, mi condena, mi pensamiento. Estoy encadenado a ellos como Sísifo a las rocas que debía subir a la montaña una y otra vez. No es una buena metáfora, pero expresa el sufrimiento de la mirada, de tener que abrir los ojos cada día».

En cada una de sus columnas Cuartango desnuda sus filias y fobias, sus sueños, sus pesadillas, sus fantasmas. Pero sobre todo, pone, expone y afronta a cara descubierta sus debilidades, lo que le hace vulnerable. Y hay que ser muy fuerte y muy valiente para hacer algo así.

Sus columnas no son para nosotros, para los lectores, son para él mismo, son parte de una búsqueda que dura años y que, él lo sabe, nunca acabará. En Estos tus ojos dice «Hoy necesito escribir sobre los ojos y no podría escribir de otra cosa». Cuando realmente lo que quiere decir es simplemente «hoy necesito escribir».

El escribe para pensar, para encontrar alivio, para vivir o soportar una vida sin certezas. Y yo leo para algo muy parecido. Él necesita hacerlo en voz alta, y yo soy incapaz de no hacerlo en voz baja. Él es mucho más valiente, purga su dolor, y yo se lo agradezco.

No sé si las páginas de un periódico son el lugar natural para este tipo de columnas, pero sé que no quiero un periódico (mi periódico) sin ellas. Él necesita escribir, yo quiero, necesito, leerlo.

«Ver es más fuerte que amar o quizás es lo mismo».

Ideas y palabras

01 sábado Nov 2014

Posted by suanzes in Filosofía, Periodismo

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El número de octubre de Letras Libres, revista que ya he recomendado en otras ocasiones, es estupendo. Pero no vengo a hablar de eso, sino a intentar generar un debate sobre el formato, o mejor dicho, la extensión, del texto perfecto.

En la revista hay unos artículos especialmente interesantes. Aparentemente no tienen mucho que ver entre ellos, aunque aborden el mundo de la política y las ideas desde tres prismas complementarios.

El primero es un estupendo ensayo de Mark Lilla titulado La era ilegible.

El segundo es en realidad una entrevista de Ángel Jaramillo a Robert Boyers: “Ficciones para la política”.

El tercero es “Camarada Ana. Antisemitismo y comunismo”, un ensayo del rumano Norman Manea

En la entrevista, Boyers reflexiona sobre el papel de los intelectuales públicos. Su definición es clara: “es alguien que tiene un pie en el mundo de la élite espiritual de una sociedad, pero que es capaz al mismo tiempo de expresar sus ideas ante un público vasto. El intelectual público no solo dialoga con otros intelectuales sino que es capaz de ser interlocutor de una audiencia más amplia. En Estados Unidos yo creo que Christopher Hitchens fue alguien capaz de hacer eso”.

Lo que a Boyers, que edita una revista, le preocupa es que en las últimas décadas, tanto por el lado de la oferta (las publicaciones) como de la demanda (la capacidad  o paciencia lectora de los que las compran), los artículos que marcan el gran debate público no son lo suficientemente largos y profundos.

“Una de las revistas más leídas es el New Yorker. Todavía en la década de los noventa la mayoría de los autores del New Yorker escribían textos extensos, a veces académicos, cuya lectura solía ser exigente. Esto, sin embargo, no es posible en estos momentos: el nivel de atención de los lectores ya no es el que era y los editores de la revista han decidido que si quieren seguir siendo influyentes entre el público en general no pueden publicar artículos largos. Probablemente el mejor crítico literario en los últimos veinte años es James Wood. Cuando Wood escribía para el New Republic sus reseñas o ensayos tenían seis o siete mil palabras. Hoy en el New Yorker escribe muy buenos ensayos pero de solo dos mil palabras, extensión insuficiente para la seria discusión de ideas. Lo mismo pasa con quienes escriben los ensayos políticos y sociales para el New Yorker. Este cambio dramático se basa en la idea de que el público en general simplemente no quiere leer ensayos de largo aliento”.

Los entrecomillados no hacen del todo justicia a su tesis, así que recomiendo la lectura de la entrevista entera, que no es muy larga.

Boyers lleva razón en un punto, pero no estoy seguro de que lo lleve en el otro. Es cierto que los artículos son más cortos que antes en general y que quedan pocas publicaciones, con ambiciones más o menos generalistas, que apuesten por algo así. Pero no sé si para discutir ideas necesitas 7.000 palabras. No lo sé, pero sospecho que no.

De hecho, leyendo el ejemplar de Letras Libres, una revista en la que hay textos cortos, medios, largos y larguísimos, y antes de llegar a su entrevista, estaba reflexionando sobre eso. El texto de Lilla, uno de mis autores favoritos y que prefiere el ensayo al libro para expresarse, tiene una extensión de unas 5.000 palabras. Es muy bueno. La primera parte es magnífica, casi perfecta. La segunda, un poco menos.

El artículo de Manea es un maravilloso relato sobre el antisemitismo y el comunismo en Rumanía, con la percha de una mujer excepcional y temible, Ana Pauker. El tema es importante, es un historión, está bien escrito y perfectamente editado. Pero se me hizo interminable, eterno, porque tiene 12.000 palabras, 11 páginas.

Mi capacidad de concentración es diferente, es 2.0. Leo seguramente más palabras por año que en 2004, más que nunca antes en mi vida, pero muchísimos menos libros. Ahora mismo, entre 50 y 60 por año como mucho (aquí está la lista de los últimos dos). Y mientras que con las novelas disfruto igual que antes y no tengo problemas, con los ensayos sí.

Porque me cuesta avanzar 30 páginas sin pararme a comprobar nombres, fechas o buscar contexto. Porque miro el correo o mi TL. Y porque me cuesta mantener la concentración 30 páginas al mismo nivel que cuando estaba en la facultad. Por una cuestión fisiológica, supongo. Por disponer de menos tiempo. Por no ser el leer ensayos mi primera ocupación. Pero también porque la forma (mi forma) de discutir ideas ha cambiado completamente.

Por trabajo, cuando escribo, tengo que hacerlo en un máximo de 500 palabras normalmente. Ya no asisto a tertulias semanales con tres o cuatros para hablar de un tema con calma. Lo he cambiado por debates en emails y, sobre todo, tuits. No discuto sobre ideas profundas por redes sociales, porque no tengo paciencia ni talento, pero sí tengo más acceso que nunca a debates sobre ellas. Generalmente, largos, pero no larguísimos.

No soy un lector medio. Supongo que por cantidad e intereses estoy en un percentil más bien ‘alto’, y si a mí me cuesta, sospecho a que un buen número de no profesionales (profesores universitarios, investigadores, escritores, filósofos) les puede ocurrir algo parecido.

¿Es así? El objetivo de este post es iniciar un pequeño debate sobre ello. No tanto sobre si la capacidad de atención en pantalla o en papel es diferente [I, II y III al respecto], sino sobre la extensión mínima para la discusión de ideas y su debate en publicaciones. ¿Qué os parece a vosotros? ¿Cuánto necesitáis/queréis/soportáis?

————

(Este post tiene 1.000 palabras)

Raymond Aron: el hombre de los matices, de la honestidad

21 jueves Ago 2014

Posted by suanzes in Filosofía, Historia

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«(…) La decisión les corresponde a los hombres del siglo XXI, liberados de las tradiciones y de las ideologías, pero confrontados con el resurgimiento del nacionalismo y de los integrismos religiosos. Más que nunca su condición es trágica, porque su destino sólo depende de ellos mismos, porque son libres de hacer lo mejor o lo peor con los formidables medios de acción, los conocimientos y las tecnologías de los que disponen.

Les corresponde a los hombres, que hoy son más y son mayores, ponerse de acuerdo para ocuparse de un planeta que ya no puede poner a su disposición una cantidad ilimitada de recursos. A los hombres, que hoy están más unidos y más solos, que están más próximos y son más extraños, definir los principios, las instituciones y las normas para preservar el bien común de la humanidad.

A los hombres, más poderosos y vulnerables, cuya actividad se proyecta en los espacios vírgenes del cibermundo, al mismo tiempo que la convergencia de las tecnologías de la información y de la biología los autoriza a intervenir en su naturaleza a través de su patrimonio genético, abriendo el camino de nuevas terapias, pero también de una temible eugenesia.

“El gran intelectual –escribía Malraux- es el hombre de los matices, de los grados, de las cualidades, de la honestidad consigo mismo, de la complejidad. Es, por definición, por esencia, antimaniqueo”.

Aron pertenece a la pequeña cohorte de intelectuales que rechazan las certidumbres adquiridas a toda prisa, pero falsas, los juicios de valor definitivos, pero sesgados; las arquitecturas intelectuales formalmente perfectas, pero desvinculadas de la realidad, y prefiere la modestia frente a un conocimiento que siempre es parcial, que se hurta a medida que se descubre, y frente a una historia cuyas sorpresas siempre serán más fértiles que la imaginación de los hombres.

Pero sería completamente erróneo ver en Aron los signos de un pesimismo irreductible o de una forma de renuncia. La conciencia de los límites del saber o de la acción no menoscaba en absoluto la emancipación que los hombres pueden conquistar gracias a su trabajo y a su búsqueda de la verdad. La libertad nunca es una causa perdida, como mostró el hundimiento de los totalitarismos y como confirma la insurrección iraní de 209. La historia sólo es trágica en la medida en que el hombre es completamente libre para afrontarla sin otra guía que su conciencia, sus dramas y sus plagas, así como sólo a él pueden atribuirse los éxitos. Ello no legitima en absoluto la renuncia o la indiferencia, sino que constituye, por el contrario, un llamamiento a la movilización, una sana invitación a los ciudadanos y a los dirigentes a tomar las riendas de su destino y de sus naciones, de sus continentes o del planeta.

El mensaje final de Aron consiste pues en el optimismo y la esperanza. No existe ninguna fatalidad por la cual la última palabra deba ser el odio y la violencia. No existe ninguna razón, llegada la hora de la globalización, para perder la esperanza en las democracias o en el futuro de la libertad. Contra los fanáticos y los cínicos, el mejor de los antídotos sigue siendo la razón, que otorgó unidad a la vida y la obra prolífica, tan filosófica como polémica, sociológica, histórica, universitaria y editorial, de Aron.

Patriota francés y ciudadano del mundo, republicano y liberal, figura central del pensamiento político y defensor de la libertad, Aron es el mejor de los compañeros de camino para transitar los escarpados senderos de la historia del siglo XXI, cuyo desafío fundamental se encuentra perfectamente explicado en sus Memorias. “Si las civilizaciones, todas ellas ambiciosas y precarias, deben realizar en un futuro lejano los sueños de los profetas, ¿qué otra vocación universal podría unirlas sino la Razón?”.

Nicolas Baverez: Raymond Aron y la época de la historia universal. En Raymond Aron: «Memorias. Medio siglo de reflexión política«. RBA. 2013, página 31

Negritas mías

Entrevista a Michael Ignatieff

11 miércoles Jun 2014

Posted by suanzes in Entrevista, Filosofía, Historia, Periodismo, Política

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En El Mundo de hoy miércoles, en EM2, mi larga entrevista al canadiense Michael Ignatieff.Sobre Maquiavelo, Berlin, la política, los medios de comunicación, el papel del Estado, Snowden y las amenazas a las sociedades liberals. Pero sobre todo, sobre la idea de libertad.

ignati2

La maquetación, como ya nos tiene acostumbrados el equipo de Cuartango y Rodrigo Sánchez, es una pasada.

Ignatieff

Historiador, periodista y ensayista, en 2005 Ignatieff se dejó tentar por Siracusa y se pasó a la política, llegando a liderar el Partido Liberal.

Ahora se publica en español su Fuego y cenizas, unas memorias en las que detalla el fracaso que supuso su carrera. Es también un vívida descripción de la política real, la del juego sucio, el agotamiento físico y las palabras comedidas.

A finales de los 90, de la mano de su magnífica biografía, descubrí a isaiah Berlin. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido.

Pureza, exterminio y razón

17 sábado May 2014

Posted by suanzes in Filosofía, Historia, Lecturas

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– «Mass Murder Relies on People Like Us«. Esta entrevista de Philip Gourevitch a Thierry Cruvellier en The New Yorker es imprescindible. Cruvellier es el periodista que más tiempo ha pasado en grandes tribunales internacionales para crímenes de guerra. Ruanda, La Haya y el juicio a los Jemeres Rojos en Camboya. Sus reflexiones son interesantísimas. En especial sobre la gente de izquierda que se reconvierte de maoístas, leninistas o comunistas en general en grandes defensores de los derechos humanos. «As the French philosopher Raymond Aron astutely noted, human rights, as a political philosophy, is based on a notion of purity. It’s not about taking responsibility for a decision “in unpredicted circumstances, based on incomplete knowledge”—that’s politics, said Aron. Instead, human rights function as a refuge for utopia». Lean también la tribuna de Cruvelleir en The New York Times en 2002 sobre Duch: «The Khmer Rouge’s Perfect Villain«.

– «What Is This Child Doing in Prison?«. Jane tiene 16 años. Nació chico, pero es una chica. Su padre está en la cárcel. Su madre es politoxicómana. Desde pequeña ha ido salta de casa en casa, de familia en familia, de centro en centro. En casi todos la han violado y maltratado. Familiares y profesionales que debían cuidar de ella. Ahora, es violenta, impredecible, y el Estado, para ‘protegerla’, no ha tenido mejor idea que encerrerarla en la zona de aislamiento de una prisión. En lugar de ayuda psicológica, pasa sola 23 horas al día entre cuatro paredes.

– Lean al respecto, sobre el fondo, a González Ferriz: «Entendiendo la irracionalidad«. «Quienes estamos más bien del lado de la Ilustración hemos querido convencer a quienes no lo están, pero raramente nos hemos detenido a estudiar en serio qué piensan». Y a Isaiah Berlin, claro (PDF, 24 páginas, en inglés).En uno de sus ensayos más interesantes sobre Vico, Hamann, Herder, Jacobi o De Maistre como los grandes nombres de la contrailustración.

Ramón recomienda también leer también la introducción de «The Seduction of Unreason: The Intellectual Romance with Fascism from Nietzsche to Postmodernism«, de Richard Wolin. Yo no lo he leído aún.

*ACTUALIZACIÓN

Hoy domingo, Mario Vargas Llosa escribe un estupendo artículo en El País precisamente sobre Berlin y Johann Georg Hamann, «El Mago del Norte«. Muy recomendado.

Rajoy y The Power of Non-Commitment

10 lunes Feb 2014

Posted by suanzes in Filosofía, Historia

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En su magnífica columna de hoy en Expansión (La verdad de donde estamos), Tom Burns Marañón hace referencia al trabajo de un politólogo llamado Xavier Marquez.

En un larguísimo post, titulado Francisco Franco, Robust Action, and the Power of Non-Commitment, Marquez reflexiona sobre la figura del dictador tras leer la biografía de Paul Preston. Y lo hace comparándola con lo que Padgett y Ansell llamaron, «en un clásico artículo sobre el ascenso de los Medici en la Florencia del Renacimiento, “robust action».

El post hay que leerlo con calma. Tom resume así la idea principal: «Márquez se fija en la capacidad de evitar metas específicas, ser inescrutable y forzar a sus enemigos a descubrir sus tácticas sin revelar, en el caso de que la tuviese, la suya. Suena verídico. Y también que las cosas no han cambiado tanto.»

Para el lector español, de fondo, y sin que el norteamericano lo pretenda, está siempre la figura, el perfil, la táctica política, de Rajoy. De una «esfinge sin un secreto”.

No soy capaz de replicar con justicia el argumento de ninguno de los cuatro. Es mejor que lo leaís todo con calma. Y evidentemente, sin ver ningún tipo de comparación entre las figuras o las ideas.

Lo que sí puedo es destacar algunas frases, bien de Marquez, bien de Padgett y Ansell. (las negritas, mías)

– Padgett and Ansell insist that “not pursuing specific goals” is not merely a matter of strategic ambiguity. What is needed is a more radical lack of commitment to specific interests, or rather, a more radical incommensurability of one’s various interests, which they denote by the idea of “multivocality:

-Lest one conclude that this implies only savvy back-room dealing, extant accounts of private meetings with Cosimo emphasize the same odd passivity.’ After passionate pleas by supplicants for action of some sort, Cosimo typically would terminate a meeting graciously but icily, with little more commitment than “Yes my son, I shall look into that” (pp. 1262-1263).

–  «Yet I suspect the deeper reason for Franco’s ability to act robustly went beyond Franco’s particular political tactics. What enabled him to be so effective at using divide et impera seems to me to be the fact that his supporting coalition – made up variously of Falangists (Spanish fascists), Carlistas, other monarchists, conservative Catholics, and the military – was inherently contradictory (as was the supporting coalition of the Medici in Padgett and Ansell’s view), yet could only act together through him«.

– «Ultimately, all this suggests to me the limits of appealing to belief in explaining political action. To attempt to explain Franco by reference to his specific ideas is to miss the possibility that it was their basic inconsistency that made him able to avoid being «boxed in.»

El texto entero de Marquez, aquí.

Entrevista a Michael Sandel

28 sábado Dic 2013

Posted by suanzes in Filosofía, Periodismo

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En El Mundo de hoy sábado, y disponible también en la web, mi entrevista al filósofo de Harvard Michael Sandel: «El triunfo del mercado ha estrechado nuestra idea de lo que es la libertad».

Sobre mercados, los cambios en la sociedad, valores y la evolución ( o no) de los conceptos.

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