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Publicaciones de la categoría: Lecturas

Mis libros de 2022

30 viernes Dic 2022

Posted by suanzes in Lecturas, Lecturas sin Enlace, Periodismo

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Iván Aivazovski. La creación del mundo, 1864

Este 2022 que ahora se va ha sido un buen año. De recuperación, de mucha cocina, de deporte, de juergas, de sonrisas, de infinitos aviones, de amor sano. De cicatrizar las heridas y aprender, poco a poco, a pasar página. A despegar(me). No ha sido fácil, no ha sido siempre fluido, pero sí gratificante. He encontrado la paz, la serenidad, la mejor compañía. La felicidad.

El año pasado no me gustó, ni me gusté, pero el trabajo específico con mi cabeza y la ayuda me permitieron encontrar(me) y seguir. No soy el que era, ni volveré a serlo nunca, y bien está. Ese nuevo equilibrio se ha notado en todos los aspectos y niveles. Redescubrir la ilusión en el trabajo, en el ejercicio (a pesar de una larga lesión que no acaba de irse), en la lectura. Y casi casi, en los viajes también.

Este año no hubo tampoco parones de meses sin leer, y tampoco de semanas. Sólo algunas rachas por trabajo o diversiones alternativas. 2022 ha sido de nuevo el año de los burpees y las dominadas, de las cenas en casa y amigos nuevos. De marcar distancias y dejar de hacer el idiota. El año en el que las fricciones fueron desapareciendo y en el que los disgustos y el dolor, siempre reales y a menudo presentes, se volvieron residuales. Nocivos, pero no letales. Próximos, pero no cercanos.

El mundo, y mi vida, no son como me gustaría o me hubiera gustado, no son como habrían podido ser o incluso deberían haber sido. Pero estoy aprendiendo a aceptarlo, a resignarme y soportar que lo que siempre (me) había funcionado ha dejado de hacerlo. Que quienes pensaba que estarían siempre a mi lado, se han ido para no volver. Y bien estará, algún día.

Dice Óscar Martínez en Los muertos y el periodista, que no está en esta lista pero podría perfectamente, que “El periodismo exige comprensiones, no verdades ni dogmas ni finales, comprensiones, explicaciones. Si no descubrís nada, no sirven tus dudas. Descubrir no es sólo demostrar. Descubrir también es interpretar, concluir, y lamentablemente, dudar otra vez, y sufrir y joderte, quizá”. Lo mismo vale para mi 2022. Dudar, sufrir y joderte para descubrir.

Dejé atrás la soledad, gracias a Dios. O mejor dicho, volví a convivir en armonía con ella. Y ya no hubo obsesiones, noches en vela, falta de motivación. Ni rencor, impotencia o rabia. Ni monotemas. Tampoco orden. Se ve en la lista completa de lecturas, completamente aleatoria, arbitraria, ecléctica. No ha sido el mejor año en libros, ni el más activo, ni el que me haya traído más sorpresas y descubrimientos. Pero ha estado bien, y con eso me conformo.

Aquí les dejo mis libros favoritos del curso. No son, forzosamente, publicados recientemente, sino leídos en los últimos 12 meses. Por comodidad, una vez más, he puesto la versión en español de todos.

Muy feliz Navidad, feliz Año Nuevo y buena lectura en 2023 a todos.

Claus y Lucas, de Agota Kristof

Una crueldad insoportable. Una lucidez despiadada. Una prosa mínima y brutal para explicar cómo a veces la única manera de sobrevivir es destrozar, integrar el dolor más inhumano para resistirlo. Cómo el bien y el mal son oscilaciones. Soledad y destino. La verdad construida mentira a mentira

Es un libro perturbador, desolador, que explora las partes más oscuras del alma. Que arrasa antes de intentar, más que tímidamente, dejar el sustrato para plantar algo. El estilo, el tono, lo crudo del lenguaje y los sentimientos. Cómo aborda todo Kristof, desde el bestialismo al incesto, del antisemitismo a los abusos, de una forma tan limpia. Una tarea impresionante que, quizás, sólo se podría haber culminado así, con ese estilo, precisamente por estar escrito en una lengua no materna y aprendida de adulta

La primera parte es la ‘macro’, la crueldad de Estado, régimen, clase, ideología. La segunda, la micro, de familia, cultura, miedos, celos, distancias tan cortas como insalvables. Maldad y bondad, amor y odio, egoísmo y generosidad que conviven en un mundo arrasado por una guerra sin nombre. Que conviven en cuerpos marcados, corazones rotos y una especie de fe laica para creyentes sin causa.

Vivir con nuestros muertos, de Delphine Horvilleur

Dice la rabina Horvilleur que no es necesario creer de forma literal en una vida más allá de la muerte, ni en la presencia de almas en pena en nuestras viejas casas, para reconocer muy racionalmente que todos convivimos con fantasmas. Los de nuestras historias personales, familiares o colectivas; los de las naciones que nos vieron nacer, los de las culturas que nos acogen, los de las historias que nos han contado (o no) y, a veces, los de las lenguas que hablamos.

Ella, que intentó carrera en la medicina y el periodismo antes de estudiar la Torá, sabe mejor que nadie que “nunca se tienen que coger los caminos rectos, en la vida”. Vivir con los muertos, una pequeña historia del consuelo, me ha gustado muchísimo.  Horvilleur tiene una sensibilidad, una delicadeza y una compasión maravillosas. La historia del niño Isaac, de su propia amiga o la del asesinato de Rabin son excepcionales.

Su libro es sobre la transición, el miedo, la soledad y la indefensión. Sobre la aprensión y la vergüenza, los ritos y las tradiciones. Sobre el dolor y el amor. En la mayoría de lenguas no hay palabra para unos padres que han perdido a su hijo. En hebreo sí, ‘shakul’: la rama de la vid cuyo fruto ya se ha vendimiado. Una rama amputada de su fruto, nos explica.

Horvilleur concibe la muerte, y no sólo la vida, como una narración, y afirma que sólo cuando ambas se dan la mano puede continuar la historia. Se acerca y no la evita. La teme, pero se respetan. Lo hace con una delicadeza y ternura increíble, combinando lo individual con lo colectivo, las dudas contemporáneas con los dilemas inmemoriales- Con serenidad, con una sonrisa, con sabiduría.

La octava vida, de Nino Haratischwili

Una historia de Georgia, del siglo XX, de la dictadura, la opresión, la crueldad del comunismo. Una historia de Georgia y de la URSS y de Europa a través de varias generaciones de una familia tan especial como corriente, unida por los secretos de un chocolate mágico y unos lazos irrompibles. Es un libro insuficientemente largo con sus 1.000 páginas y de lectura breve y urgente.

Son seis mujeres de vidas entrelazadas, vidas perpendiculares que se cruzan apenas un instante para luego alejarse irremediablemente, y vidas paralelas, condenadas a no tocarse nunca de verdad. Stasia, Cristina, Kitty, Elene, Niza y Brilka, fuertes, rebeldes, celosas, generosas, egoístas. La autora logra que una novela aparentemente simple en su disposición (pese a lo complejo de su estructura) abarque más que tratados de Historia, Filosofía, Ciencia Política y sobre todo Psicología.

Todo con una prosa bella y cuidada, sin florituras innecesarias. Un tapiz elaborado con retales de decenas de personas y tragedias, lleno de sueños rotos y aspiraciones (casi) imposibles. De supervivencias y traiciones. De una enorme soledad en una familia grande y un estado opresivo. Es un libro enorme, monumental, en todos los sentidos. Una reseña que decía que es “un pedazo de verdad”, y pocas cosas mejores se pueden decir de una obra universal y destinada a perdurar.

La ciudad de los vivos, de Nicola Lagioia,

Esta crónica de un asesinato inexplicable es extraordinaria y no es casualidad que salga en casi todas las listas de libros de los periodistas españoles. Dos chavales, hasta arriba de drogas y alcohol, invitan a casa a un conocido y se lo cargan con decenas de puñaladas y martillazos. Luego siguen su noche, se van a casa y poco después lo confiesan a unos padres superados. Sin razón alguna. No le debían dinero, no les caía mal, no era su enemigo, no eran agresivos. No tenían, objetivamente, ninguna razón.

La reconstrucción y el análisis de la banalidad del mal es brillante. Un ‘A sangre fría’ pero sin inventarse las cosas ni adornar demasiado. No voy a decir que el autor no tenga parte de protagonismo, porque en determinados momentos de la investigación es uno de los propios personajes. Pero no se centra en entrevistas con los asesinos, pues de eso hay poco. Sino en decenas de entrevistas, papeles y testimonios. Es un ensayo perturbador, porque no eran violentos, ni conflictivos, ni agresivos ni nada parecido. Se drogaban y desfasaban y tenían sus taras, como cualquiera de nosotros. Pero de golpe, ese día..,

El análisis que hace Lagiogia de la sociedad romana, y en realidad también de la nuestra (de una parte), es impecable, profundo y desolador. Es un libro sobre un crimen, pero en realidad es una reflexión sobre la ciudad y sus miserias, su abandono, su hostilidad e indiferencia. Sobre una decadencia anunciada, denunciada y, parece, imparable.

El Club de los desayunos filosóficos. Cuatro notables amigos que transformaron la ciencia y cambiaron el mundo, de Laura J. Snyder

Snyder es una historiadora espectacular y una narradora increíble, como ya demostró con el libro de Vermeer y van Leeuwenhoek. Es un ensayo ameno, erudito, profundo. Leerlo es como estar con los protagonistas, cuatro genios de muy diferente recorrido, desayunando en Cambridge los domingos temprano.

William Whewell, Charles Babbage, John Herschel y Richard Jones fueron los últimos filósofos naturales, esa mezcla irrepetible de sabios de todas las disciplinas conocidas y ambición total y los primeros científicos, dedicados sin descanso al detalle, el experimento y la especialización. Cuatro hombres unidos por el amor y la devoción al progreso, e inspirados Francis Bacon, que protagonizaron la transformación de la ciencia. La autora nos lleva con un talento increíble y una prosa envidiable por sus largas vidas, los altibajos de sus amistades, sus tensiones políticas y religiosas.

Se aprende muchísimo. Al ir leyendo mi pensamiento se fue, con máxima y sincera admiración, para el traductor, al que esperaba que le hayan pagado una fortuna, porque se lo ha ganado. Me impresionó tanto que fui a buscarlo y descubrí, con enorme tristeza que José Manuel Álvarez-Flórez, murió el año pasado https://amp.elperiodico.com/es/opinion/20210606/muerte-traductor-jose-manuel-alvarez-florez-articulo-silvia-cruz-lapena-11794463 Y que le debo alguno de los mejores momentos de mi juventud. Él fue quien que me llevó a Oliver Sacks, Kennedy Toole, Wolfe, Capote, Kerouac o Steinbeck. Descanse en paz.

Grand hotel Europa, de Ilja Leonard Pfeijffer

Pues no es en absoluto lo que esperaba, ni lo que imaginaba, pero me lo he pasado más que bien. El inicio es desconcertante, muy desconcertante. A ratos parece incluso una parodia, pero merece la pena aguantar. Reconozco que dudé, pero acerté

Mientras se documenta para un libro sobre el turismo de masas, un escritor llamado Ilja Leonard Pfeijffer sufre una dolorosa ruptura y lo deja todo para poner orden en su vida. Y lo hace en el Grand Hotel Europa, un establecimiento de renombre, histórico, pero venido a menos, medio vacío, comprado por un millonario chino y poblado por un elenco de personajes delirantes e imposibles.

Dice el autor que ninguna buena historia de amor acaba bien. Le gusta provocar, despistar, confundir. Durante largas fases del libro no sabes muy bien en qué consiste, si es ensayo, novela, historia o filosofía, si es todo a la vez o sólo una gran broma durante la que va, y vamos, discutiendo con Dante, Mann, Steiner y todos los clásicos. Un elenco de personajes absurdos que desfilan siendo parte imprescindible d ela tomadura de pelo. Una reflexión camuflada sobre la sociedad de masas y cómo la identidad europea es en realidad el pasado, que oprime e impide avanzar.

Una novela (sic) que no hay que tomarse en serio en ningún momento, porque aborda, una detrás de otra, todas las cuestiones realmente serias e importantes de la vida. Y con Caravaggio de fondo.

Mi lista de libros del año en:

2021

2020

2019

2018

2017

2016

2015

2014

2013

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Antonio Muñoz

David Azcárate

Azahara Palomeque

Carlos Hortelano

Alain Acevedo

Beatriz Hoya

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Mis libros de 2021

29 miércoles Dic 2021

Posted by suanzes in Historias, Lecturas, Lecturas sin Enlace

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El año 2021 ha sido el más duro y triste de mi vida. Nunca he sido más infeliz, más vulnerable. Nunca he estado más perdido ni me he sentido más solo. Todo lo que pudo salir mal salió mal, y fue a peor. Durante medio año no fui yo, o no me sentí yo, no me reconocía, ni me reconozco, ni me gusta ni me gusto, pero he ido aprendiendo a pedir y aceptar ayuda y a aceptarlo. Y poco a poco mejoró y volvió a despuntar, a lo lejos, la luz. Y leí.

Leí. No hubo, como antaño, parones de meses, sino apenas de unas semanas, cuando el dolor impedía la concentración. Así que leí, y leí, y leí más (e hice un millón de burpees y dominadas). Y busqué, sin darme cuenta, sobre la soledad. Una y otra vez, desde todos los puntos de vista. En los diarios de May Sarton, en la masía de Carlota Gurt o en la tristeza apática del psiquiatra que se jubila en el Agathe de Anne Cathrine Bomann. En el barco de Antonio Lucas, el Hamnet de O’Rilley o la casa abandonada y medio derruida de Santiago Lorenzo. Incluso en las consultas de alma soviética que torturan a Anna Strobinets. Pero lo único que encontré, si me permiten la parodia, fue el eco sordo de mi voz.

La soledad nunca había sido un problema, ni la distancia. Nos entendíamos, y arropábamos, y diría que nos complementábamos. No era forzada, pero tampoco forzosa. Era mía y en armonía. Pero dejó de serlo. En el post del año pasado ya se intuían algunas dinámicas, pero las anclas que entonces sostenían todo se descolgaron. Y no encontré soluciones ni pistas en la literatura, eterna compañera. Ya saben que rastreo en la ficción las conversaciones y pautas y explicaciones que nunca salen en la realidad, en nuestro día a día. Las confesiones que la vergüenza impide, especialmente entre amigos y compañeros, sobre todo entre quienes se aman. Y ahí no había gran cosa, no esta vez.

Afortunadamente, y a diferencia de 2020, el resultado global es positivo, aunque sea sólo en el balance de páginas. En 2021 he comprado mucho y he leído bien. Y he disfrutado, y aprendido, y me he emocionado y no acabo insatisfecho ni frustrado o arrepentido, no demasiado. Miro con sorpresa mi lista porque cierro el curso pensando, como todos los meses de diciembre, que no leo tantos ensayos como debería (en la lista faltan algunos, por diferentes razones profesionales), pero entre mis favoritos, en cambio, la proporción de novelas es mínima, a pesar de que son lo que más necesito. Supongo que es casualidad, o que el criterio para juzgar es más severo que con la no ficción. No lo tengo muy claro, pero tampoco me preocupa.

Aquí les dejo mis libros favoritos del curso. No son, forzosamente, publicados ahora, sino leídos en los últimos 12 meses. Por comodidad he puesto la versión en español de todos. Para 2022 tengo ya una lista extraordinaria de ideas (pueden ver pistas al final), cientos de recomendaciones bien apuntadas. Las nubes empiezan a escampar y si algo reconforta (y no es una forma de hablar, sino la pura realidad) es saber que están, estáis, ahí, y haceís compañía, y ayudáis, y dais ideas desde hace más de una década.

Muy feliz Navidad, feliz Año Nuevo y buena lectura en 2022 a todos.

Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez. La mejor novela que he leído en 2021, de lejos. Habla de Argentina y de esoterismo, dos temas que no me pueden resultar más indiferentes o distantes, y sin embargo, cala, vaya si cala. Es una obra espectacular, única. Es una novela física, muy física. Que te mueve, te pasea, te cansa, te agota el cuerpo. Sudas con ella y los protagonistas, sientes su hambre, su dolor físico, el insominio y el miedo, la sangre y las naúseas. Una historia y una narración potentísima, oscura, cruel, tierna, ambiciosa, total. Necesitas más, quieres vengarte y cruzar. Llega un momento en el que estás tan dentro de la historia, del círculo, de la iniciación, que necesitas más, y te dan igual los inocentes, y las víctimas, y las consecuencias. Y quieres seguir viendo, y mirar aún más allá, y de golpe entiendes mejor a los que están dispuestos a cualquier cosa por volver a verlo una vez más y ser tocados y mutilados.

No digas nada, de Patrick Radden Keefe. Qué voy a decir a estas alturas de No digas nada. Está en todas las listas (las que merecen la pena), ha ganado todos los premios (que merecen la pena) y recibido todos los elogios, especialmente entre periodistas. Porque, aunque cafres, pesados y cansinos, sabemos reconocer un talento descomunal cuando aparece y una narración magistral cuando nos explota en la cara (pun intented). Un ensayo brillante, extraordinario, sobre The Troubles. No es la historia completa, no es la historia definitiva, pero es un pedazo de historia. Un reportaje de 500 páginas (sobre el lado católico, no el unionista) que no aburre en ningún momento ya tiene un mérito increíble. Es una narración aséptica, quirúrgica. Como si el autor fuera un médico contándote un cáncer, una historia terrible de dolor y sufrimiento, pero explicada desde cierta distancia. No se recrea en la violencia sino que trata de llegar a los protagonistas. Es difícil hacer algo más redondo.

El evangelio de las anguilas, de Patrik Sevensson. Los libros de Enríquez y Radden Keefe son probablemente los mejores, pero mi libro favorito de este año es El evangelio de las anguilas. He disfrutado cada página como un niño, con sorpresa y exictación. Lo leía revolviéndome en el sofá y en la cama, poniéndome de pie, consultando una y otra vez las cosas que salían, recomendándoselo a todo el mundo. Abriendo mapas y atlas en busca de mares y océanos y ríos. Sin creerme que algo tan increíble sea tan desconocido. No entiendo cómo la gente es capaz de hablar de otras cosas que no sean anguilas. Lo digo completamente en serio. Dicen los editores que es una obsesión que ha perseguido a científicos y filósofos durante siglos, que ha traído de cabeza a pensadores como Aristóteles o Freud, y lanzado a exploradores al Mar de los Sargazos. Y no me extraña. No sabemos cómo se reproducen, por qué y cómo mutan y el mecanismo por el que un día saben que ha llegado la hora y cruzan el planeta para morir en casa, en sólo una casa. Si sólo vais a leer algo en 2022 que sea esto, de verdad.

Un espía entre amigos. La gran traición de Kim Philby, de Ben Macintyre. Qué barbaridad de ensayo, de biografía, de historia. Es un manual indispensable sobre espionaje, amistad y traición. Sobre frialdad, mentiras y fanatismo. Pero también sobre la soberbia, la ceguera, el esnobismo de la clase dirigente británica y su nobleza funcionarial durante décadas. La élite que manejó el país, y los servicios secretos, como su cortijo y no rindió cuentas. Macyntire es un superdotado (como demuestra en el resto de sus obras, como la fantástica Espía y traidor. La mayor historia de espionaje de la Guerra Fría, con un caso del lado contrario) y convierte en teatro, poesía y epopeya la traición de Philby, la más conocida y dolorosa. Te mete en cada habitación, en cada reunión y casa de campo. Te lleva a Moscú, Washington y Oriente Medio y aunque sabes de antemano lo que va a pasar, el daño y el éxito, te abstraes y esperas cada giro como si nunca hubiera ocurrido.

La casa eterna, de Yuri Slezkine. “Vivir y recordar es una y la misma cosa. No se puede destruir una sin destruir la otra. Juntas forman un verbo que no tiene nombre”. La casa eterna es un libro monumental, abrumador, inabarcable. Extraordinariamente erudito, enciclopédico (en aspiración y en páginas), avasallador. También caótico, laberíntico, disperso, genial. No se puede leer entero, ni seguido, ni importa. La excusa para dar forma es la Casa del Gobierno, un colosal edificio de más de quinientos apartamentos que se alzó en la orilla del río Moscova, delante del Kremlin, destinado a alojar a los principales dirigentes e intelectuales soviéticos. Slezkine cuenta la historia de los devotos, la primera generación que habitó la casa y que gobernó el imperio, y que terminaron casi sin excepción siendo ellos mismos víctimas de purgas. El libro es todo a la vez. Mil biografías paralelas y cruzadas, una historia de la URSS y la locura y el terror, una decena de ensayos literarios y de crítica literaria de primer nivel mezclado con teología (quizás mi parte favorita de todas). Su tesis es que comparados con otras sectas de devociones similares, los bolcheviques fueron notables por su éxito y fracaso. «Conquistaron Roma, pero no supieron cómo transformar su certeza en un hábito que pudiesen heredar sus hijos (..) Una de las razones de la fragilidad del marxismo ruso fue el marxismo. La otra fue Rusia”.

Cómo ganar el giro bebiendo sangre de buey, de Ander Izagirre. Qué les voy a decir, Izagirre sale aquí un año sí y otro también. Uno tiene sus debilidades y no las oculta. Es el mejor narrador del periodismo en español y todas sus historias son una delicia, pero en especial (para mí) las de ciclismo. La excusa es la historia del Giro, y es la mejor excusa que uno puede imaginar, pero dentro está todo. El deporte, la naturaleza humana, la política, la guerra y la paz. Se ve la evolución del país (o las evoluciones, porque Italia nunca ha sido sólo un país y el Giro si de algo ha servido es para darles forma), de las bicicletas, de las etapas y la involución del caracter de los competidores. Una antología de las trampas, bellaquerías y juegos sucios, y de las gestas y proezas, también las deportivas. Está lleno de tragedias, injusticias, odios atávicos, perrerías, palizas, montañas, barro, caídas y escaladas imposibles. No sé qué más le pueden pedir a un libro. O a la vida. Y lean los anteriores, me lo agradecerán.

Un verdor terrible, de Benjamin Labatut. Es un ¿ensayo? en el que salen Haber, Schwarzschild, Schrödinger, Bohr, Louis de Broglie o Heisenberg. Hay realidad, y ficción, y biografía y elementos novelados. Y a veces no sabes qué parte fue y cuál no, pero da igual. Sobre todo el capítulo brillante de Shinichi Mochizuki y Alexander Grothendieck, extraordinario, loco, bellísimo, falso. Es un libro sobre la ciencia, sus éxitos y sus miserias, sus experimentos y sus masacres. Sobre el avance ciego de la más peligrosa de todas las artes humanas. Sobre cómo la búsqueda del progreso, y la técnica, y los secretos, nos empujan, pero a menudo también nos hacen caer. Nos lleva siempre por el filo de la espada, sin que quede muy claro si quiere que aprendamos o que nos cortemos y desangremos. Yo creo que nos toma el pelo en varias ocasiones, y se parte de risa provocando sesudos análisis y reflexiones sobre delirios improvisados, pero es una gozada y me lo pasé genial. Lo mejor, y seguramente también lo más triste que puedo decir del libro, es que desde la primera página pensé que el autor era y tenía que ser anglosajón, porque estas cosas no las hace un chileno o un español.

El rector de Justin, de Louis Auchincloss. He llegado tarde a Auchincloss, pero para quedarme. Si algo tenemos que agradecerle a Libros del Asteroide es el mantener viva una tradición literaria que en realidad ya murió. La de un Jefferson Davies o un Auchincloss. Un internado en las afueras de la cultura norteamericana de finales del XIX que se acaba convirtiendo en el colegio más exclusivo para las élites. Un mundo de tradiciones antiguas en una novela con palabras, valores y símbolos antiguos. Una enseñanza marcada por la fe, la esperanza y algo de caridad, entre rigideces, uniformes y traiciones. A veces es lo que cuenta, a veces es cómo lo cuenta, con ecos de Henry James y cierta tradición pragmatista. Pero el resultado es lo que importa. No te caen bien, no te ves identificado, te chirría, pero lo envidias casi todo.

Y una canción

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Mis libros de 2020

31 jueves Dic 2020

Posted by suanzes in Historias, Lecturas

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Qué les voy a contar de 2020. Empecé leyendo mucho y bien, pero durante tres o cuatro meses fui incapaz de abrir una página. NI una. Ni siquiera el recurso habitual de Wodehouse sirvió para desatascar. No fue como en años anteriores, como quizás recuerden, sino por el estrés, la obsesión, la presión de la actualidad, las noticias del virus, la angustia. Por esa polarización, de la vida política y social, de mis amigos, de mis conocidos, de todos. Por esa necesidad de destrozar la batería del teléfono en infinitos gestos inútiles en busca no sé de qué. Y por una cantidad de trabajo inasumible al inicio de la pandemia.

Ha sido un curso montaña rusa para mí, en lo profesional y sobre todo en lo personal, en lo sentimental. Uno de los años más duros, sino el que más. Uno en el que la distancia respecto a la familia, la preocupación por la salud, el miedo a no volver a ver, no han sido el factor principal. Tampoco el no salir de casa, trabajar en el salón etc, que para alguien acostumbrado a trabajar solo y en su mesa del comedor no ha sido tan extraño o sufrido. Pero ha sido exigente, jodido, en aspectos y niveles a los que nunca me había tenido que enfrentar. Hay cosas de las que presumía desde hace décadas y por desgracia, ya no puedo.

Todo eso, inevitablemente, repercute en los libros que he leído (para mal) y he comprado (para bien). No sé muy buen explicar de qué forma, el algortimo mental, pero sé que ha afectado. Afortundamente, en verano me descomprimí un poco. Pasé mucho tiempo solo, pero pude relajarme con ficción y no ficción. No ha sido un año memorable para mi lectura, ni en cantidad ni en calidad, pero hay unas cuantas joyas que hubiera lamentado muchísimo perderme y que me han alegrado, desgarrado y fascinado.

No están los infinititos títulos de cocina (tampoco en la lista de todos los libros leídos en 2020, que como siempre pueden ver aquí), porque son más bien de consulta. Sí están en ella las biografías o autobiografía de algunos cocineros.

El otro día, la buena gente de El Washington Post, el blog en español del diario norteamericano, nos preguntaron a Marc Basset, a la mexicana Denise Dresser, la colombiana Ana Cristina Restrepo, el peruano Renato Cisneros y a un servidor nuestros títulos favoritos. Y esto es lo que salió (verán una diferencia respecto al post, pero porque aquello estaba pensado para un público americano, en toda su extensión, que sabe menos de la UE).

Espero que los próximos 12 meses sean mucho mejores para todos, puedan ser felices y leer todo lo que quieran.

Muy feliz Año Nuevo.

un caballero en moscuUn caballero en Moscú, de Amor Towles. Es, sin duda alguna, mi libro favorito de 2020, a mucha distancia de todos los demás. Es una maravilla, una auténtica maravilla. Un libro que me ha sorprendido, fascinado, divertido y emocionado. Una de las novelas más bonitas, completas y redondas que he leído en muchísimo tiempo. Una que parece sacada de otra época, de los mejores maestros rusos de un siglo antes. Y qué personaje eterno ha creado Towles.  El conde Alexandr Ilich Rostov es juzgado en 1922 por un comité revolucionario. Como no saben qué hacer con él, porque es noble pero al mismo tiempo ha publicado en el pasado textos revolucionaros, deciden perdonarle la vida y condenarle a un arresto domiciliario perpetuo. En el lujoso hotel Metrpole de Moscú, que es donde reside. La novela son décadas de la vida del conde, la evolución del país. Aventuras en un edificio. Con una sensibilidad, una belleza, una ternura y un humor espectaculares. Desde la primera página, los primeros párrafos, hasta el final logra mantener el ritmo y la ironía. Qué dominio sobre todo del tiempo, de la narración, parando el reloj sin aburrir nunca. No es un best seller, pero debería serlo.

the europeansThe Europeans, de Orlando Figes. Figes, con sus extrañas sombras personales, es un historiador increíble y un narrador dotadísimo. Tiene un don y sabe exprimirlo como nadie. The Europeans es la historia de una idea, la de la cultura europea, en un siglo agitado y tumultuoso. Desglosa la identidad, la cultura, las carreteras del continente a través de la vida y obra del escritor Ivan Turgenev, la cantante Pauline Viardot y su marido, el abogado y empresario Paul Viardot. De España a Rusia pasando por todos y cada uno de los países. Es ameno, profundo, detallado, muy cercano, humano. Te mete en las cocinas, en los salones, en los dormitorios. En teatros y palacios, en hoteles y balnearios para mostrar un continente vivo, en constante movimiento, cambio y tensión. Es un ensayo con una documentación extraordinaria, pero que se lee, literalmente, con una novela.

amnesicosLos amnésicos. Historia de una familia europea, de Géraldine Schwarz. Está francamente bien. Una prosa sobria, sin ninguna estridencia ni pretensión. Una mezcla de biografía y reportaje casi periodístico. Un ensayo sobre memoria, reconocimiento, culpa y la amnesia, colectiva e individual. Empezando por su propia casa. Es una autora franco-alemana hablando de la colaboración de sus abuelos con los nazis. Que no eran fanáticos, ni fueron criminales, sino personas aparentemente arrastradas por la corriente de la historia pero cómplices también de lo que ocurrió. En alemán tienen la palabra Mitläufer [simpatizante, compañero de viaje].No es la banalidad del mal de Arendt, pero sí el relato de quienes como dice ella por ofuscación, por indiferencia, por apatía, por conformismo o por oportunismo, se convierte en cómplice de prácticas e ideas criminales.

our manNuestro hombre: Richard Holbrooke y el fin del siglo americano, de George Packer. Periodista y escritor, Packer es seguramente el mejor narrador de su generación. Ha publicado la biografía de Richard Holbrooke, diplomático clave para entender la historia de EEUU desde los años 60, pero ha escrito, en realidad,una biografía del país y su política exterior. Ha descrito, paso a paso, el auge y caída de una idea y un sueño convertido en pesadilla. El declive de esa aspiración democrático-liberal de llevar la democracia y los Derechos Humanos por el mundo, aunque eso supusiera cargarse cualquier democracia y destrozar cualquier resquicio de Derechos Humanos en continentes enteros.  Holbrooke es esencial para entender Vietnam, para entender los Balcanes, el camino que lleva a Irak y Afganistán. Para entender cómo funcionan las rotaciones en el departamento de Estado. Para entender cómo la brillantez no sirve de nada a veces y, de hecho, puede ser perjudicial. Y no es casualidad que uno de los secundarios fundamentales en los capítulos iniciales sea David Halberstam. Para entender los beneficios y las consecuencias del ego, la ambición, la iniciativa, la decepción, la frustración. Cómo la labor de hormiga de unas pocas personas puede afectar a millones en la otra punta del mundo. Cómo hay muchas cosas mucho más chapuceras, improvisadas y aleatorias de lo que podríamos y querríamos imaginar .

 

en e ljardin del ogroEn el jardín del ogro, de Leila Slimani. Uno de los primeros del curso y me gustó mucho, en especial la primera parte. La disección de ese agujero insoportable que devora y consume y que la protagonista, impotente, trata de arrancarse con violencia. Qué capacidad tien la autora de describir lo más difícil, lo que no se ve ni se toca. Una ninfomanía destructiva, sin idealizar, frivolizar, sin dar respiro. Aborda el destrozo y los mecanismos psicológicos, no la parte erótica. Y tiene una de esas frases demoledoras que recuerdas años después: «los hombres me sacaron de la infancia». Es la otra cara del mal de ‘Canción dulce’. Aunque aquella novela es mejor, más redonda y madura, se nota la misma semilla, el mismo estilo, una angustia parecida. Este libro es anterior y quizás algo menos pulido, por ponerle alguna queja.

 

 

Testigos de la pandemia

01 miércoles Abr 2020

Posted by suanzes in Bélgica, Historia, Historias, Internacional, Lecturas, Patio Global

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foto testigo

Desde hace unas semanas, en el periódico tenemos una serie casi diaria de piezas largas, de una página entera cada una, tratando de contar la pandemia, sus efectos y particularidades desde todos los rincones del planeta. Las firman, las firmamos, los corresponsales y colaboradores habituales.

La foto con la que ilustro el post no es pura frivolidad (tendrían que ver la que no quisieron usar). En todas las maquetas, en papel y en web, hay siempre una imagen que acompaña desde nuestro escritorio. Es verdad que para los que juntamos líneas desde lejos el entorno no cambia demasiado estas semanas, pero así quizás les os podamos acercar un poco nuestro pequeño mundo distante.

Hoy he publicado yo la 16ª entrega: Bélgica ante el coronavirus: un ejemplo de seriedad en la tierra del caos.  El país que se consideró un «estado fallido» tras los atentados de 2016 afronta la emergencia con sentido común y patriotismo tranquilo. Esperábamos lo peor, pero no ha sido así. Hasta se ha logrado formar Gobierno después de año y medio en funciones. Pero tampoco se confían mis vecinos: no ha pasado, pero podría haber ocurrido lo peor. Y aún puede pasar.

Sostengo que:

«El carácter nacional, más allá de tópicos, sin duda ayuda. Mis vecinos están acostumbrados a moverse en el caos, en un sistema de normas y leyes en el que todo lo importante es flexible y lo menor, rígido. Donde nunca acabas de saber quién tiene las competencias de qué cosa y tienes que acabar buscándote la vida por tu cuenta. Donde el castigo, la amenaza, la sanción, no son la forma de convencer a nadie, pero la presión social puede ser fortísima.

Con ese bagaje,  saben relativizar, separar lo realmente grave de lo accesorio y adaptarse con increíble naturalidad a condiciones adversas. Una cosa es frivolizar en lo corriente, otra en lo extraordinario. Hay aprovechados, inconscientes, egoístas, pero están resultando ser una minoría y, por ahora, poco ruidosa. Que se sepa. En general, se respetan las reglas, pero no las están sacralizando. Fuerzan los márgenes y los que hacen cumplir la ley, lo toleran sin estridencias. Se quejan sin parar, gritan, pero encajan como el mejor boxeador«.

El texto es Premium, de pago. Si os interesa, como los 15 anteriores y todas las grandes entrevistas y reportajes y columnas de opinion, por menos de 50 euros al año podéis tener acceso a todo el contenido de pago del diario.

Diría que es un regalo, pero la connotación no me hace feliz. Hacer un periódico es algo muy caro, y tener corresponsales, carísimo. Cuatro euros al mes por medio centenar de páginas diarias, el doble los domingos, y montones de revistas y suplementos, no es un regalo, es otra cosa. Pero sin duda una cosa barata.

Si queréis ver los testigos anteriores, os los enlazo:

1)  Xavier Colás desde Moscú: Diario de un apestado.

2) Lluís Miquel Hurtado desde Teherán: Año 1398 en Irán, sorteando la cuarentena en pleno Año Nuevo.

3) Carlos Fresneda desde Londres: La extraña normalidad de la isla que reniega de Europa.

4) Carmen Valero desde Berlín: Coronavirus teutón: del «Alemania no es Italia» a vaciarse las ciudades.

5) Iñaki Gil desde París: Cuando uno comprende lo bueno que es vivir.

6) Joan Royo Gual desde Río de Janeiro: Los brasileños, atónitos con la parsimonia de Bolsonaro ante el coronavirus.

7) Sebastián Fest desde Buenos Aires: Los argentinos resisten las ganas de darse un beso.

8) Francisco Carrión desde El Cairo: Egipto, mentiras, silencio y estoicismo frente al coronavirus.

9) Pablo Scarpellini desde Los Ángeles: La plaga que acabó con el tráfico.

10) Sal Emergui desde Tel Aviv: Israel, estado de emergencia sin guerra.

11) Emilio López-Romero desde Nueva York: Retrato de una ciudad paralizada de miedo.

12) Imane Rachidi desde La Haya: La apuesta holandesa: cuarentena inteligente.

13) Salud Hernández-Mora desde Bogotá: Colombia: un pueblo incrédulo y una salud precaria.

14)  Gina Montaner desde Miami: Adiós a la eterna primavera en Florida.

15) Asier Vera desde Guatemala: Del «váyanse a la playa» al toque de queda.

 

David Gistau (1970-2020)

11 martes Feb 2020

Posted by suanzes in Lecturas, Obituario, Periodismo

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portada gustau

No es casual cuando en la muerte hay no conenso, sino unanimidad. En la admiración y el dolor.  David Gistau ha sido un gigante en las últimas dos décadas y así se lo han reconocido sus colegas.  Los de su generación, los de la siguiente y los de la anterior. Primus inter pares.

Aquí voy a recoger tantos homenajes y recuerdos como sea posible. Iré actualizando, añadiendo según se vayan publicando o los vaya encontrando. Hay algunos que han salido en papel y para los que (aún) no hay enlace. Si echan de menos alguno, no dejen de avisarme.

Hoy, El Mundo y ABC, sus casas los últimos 15 años, le han dedicado dos sumplementos especiales que se pueden encontrar en los kioskos. Por las firmas, por las fotos, por quién fue, les recomiendo que lo compren. Merecen la pena. Y él lo merecía.

Mi favorito, de entre los muchísimos textos que se han escrito en las últimas horas, es el de Jabois en El País: Cuando os pregunten quién fue David Gistau. «Era algo más que un amigo o un hermano; era una manera de ser, una manera de estar en el mundo que había que tratar de imitar (…) se ganó el respeto de una profesión a menudo cainita, la de periodista, y lo hizo de una forma tan insobornable que daba vértigo el filo en el que se instalaba respecto a jefes, políticos y lectores; a todos los mandó a paseo».

Magnífico también Antonio Lucas en EL MUNDO: Gistau, aquel ruido de vida. «Gistau baldeaba artículos donde esa infiltración de experiencias goteaba. Igual en una crónica parlamentaria, en un texto complejo y burlón sobre los derrapes del independentismo o en una pieza de última hora alrededor de un partido donde no se distingue su voz de las palabras. Ya dijimos ayer que su estilo era de contundencia, maza de yunque, sin un gramo de lastre. Mejor revelación que símbolo. Tal vez sea eso lo que pasa cuando uno habla desde dentro, cumpliendo el principio socrático de que inteligencia y virtud son intercambiables. Sabía olfatear el incendio antes de que alguien chascase el fósforo. Gistau era (o es ya) de esos periodistas que se anticipan oponiendo resistencia a la mentira, a la estupidez, a la estulticia, a lo fácil, a cualquier plasta psicológica. Detectaba a los conspiradores por su tez cetrina y las ojeras moradas. También a los palmeros de oficio, a los que espantaba consciente de que el elogio extremo siempre oculta un responso de mentira. Si entraba un tipo así donde él estuviera, lo auscultaba con las córneas hasta descifrar todos sus movimientos y elaborar el mejor sarcasmo a lo francés (a ratos jugaba a ser un sujeto de Chamberí tocado de Robespierre). Dejarse ver algo francés es lo que le gustaba, lo que íntimamente sentía, forofo del sistema laico de educación del país de su madre y de su otro idioma de casa».

Arturo Pérez Reverte en EL MUNDO: Lo estaba haciendo bien. «Ésa era, en efecto, su obsesión. Seguir la huella del padre pero con pasos acertados esta vez: una familia unida, hijos bien criados, paz de hogar, libros, cultura, vida. No quería ser González Ruano ni Umbral, ni tampoco Faulkner o Balzac. No lo necesitaba, porque su ambición era otra. Quería ser cabeza de familia a la antigua, clásico, ejemplar. Que sus hijos nunca tuvieran clavada en el corazón la astilla del padre perdido y el hogar destruido, sino todo lo contrario».

Rubén Amón en El Confidencial: Yo quería ser David. «Y no porque fuera un castizo. Lo que era David es un cosmopolita. Afrancesado y anglófilo a la vez. Le hubiera gustado escribir como Norman Mailer, cruzar los puños con Hemingway, pero me parece más oportuno el paralelismo con Chesterton. No por el estilo, ni por la estética. Pero sí desde una concepción iconoclasta. Y por haber consolidado una posición a contracorriente que impedía clasificarlo. David votaría siempre a los demócratas en EEUU. Y era un liberal, no desde la concepción depredadora del capitalismo, sino desde una visión generosa de las libertades. Empezando por la de expresión, que hizo de sus columnas un maridaje asombroso entre la forma y el fondo. Recelaba David de los dogmas. Y era un hombre incómodo. Porque escribía desde la responsabilidad y desde la inteligencia. Un erudito era David. Le gustaba Albert Camus y ACDC. Y la comida japonesa. Y pasear por la playa de Comillas. Un padrazo. Un expatriado que te sorprendía con el acento porteño que heredó de Romina, su doña.

Y las 8 preguntas de cada mañana de Rubén en lo de Alsina, completamente roto: «¿Y a quién coño leemos mañana? Y aquí también en el monólogo de la Cultureta. «Era uno de los nuestros«.

Pedro G. Cuartango en ABC: El final de la escapada. «David Gistau dormía plácidamente la última vez que le vi. Manuel Jabois estaba en una minúscula habitación del Clínico, leyéndole un libro cuando yo llegué. Nunca pensé que jamás le volvería a ver. Pero siempre hay una última vez. La vida es cruel, vengativa, absurda. No hay consuelo ni explicación posible a una muerte como la suya (…)  Su cuento favorito de Hemingway era uno en el que los gánsteres llegan a un bar preguntando por el propietario. La acción empieza y acaba ahí, pero todo el mundo sabe que le han ido a matar. No hay comienzo ni final, pero el lector se queda con la duda de si la víctima ha logrado escapar en el último momento. Yo creía que David iba a escapar, pero el destino -o lo que sea- le atrapó».

Gistau nieto

Pedro Simón en EL MUNDO: El miedo a faltar pronto. «Era de una fraternidad de clan palermitano: de esos que se harían cortar un dedo por uno de los suyos. En el periodismo, ha sido lo más parecido a Liebling que hemos tenido en España. En lo epidérmico, un sonido de Motörhead con ecos cántabros. Unas noches decía que querría escribir como Budd Schulberg y haber boxeado como Foreman (yo le tomaba el pelo con que lo había logrado, pero cambiando la ecuación).

Carlos Alsina en Onda Cero: En estos tiempos de militancias. «Ha muerto Gistau. Periodista, escritor, lector, animador. Libre entre los libres. Si algo demostró siempre, en estos tiempos de militancias y banderías, fue su libertad de criterio y su soberana independencia».

Javier Aznar, en su Hotel Jorge Juan, despide con una inmensa tristeza y entre lágrimas al Gistau más generoso, amable y protector. Como un primo que desde la Universidad de descubre cosas de la vida adulta; como una estrella que escribe a un columnista novato y asustado para disculparse por haber usado el mismo título en un texto. Que te arropa en las presentaciones y te hace sentir parte de la familia.

Carlos Herrera en ABC: El Gobierno del verbo. «Cada una de sus frases, tanto en el periódico como en la radio, estaba gobernada por un verbo. Era poseedor de una prosa brillante como pocas, fruto de ese acercamiento muy personal a la actualidad con licencias literarias. Inventó un género que le permitía ser culto sin ser pedante y le habilitaba para desprender, en cada exhalación, un sentido del humor inteligente y deslumbrante. David era un gran conversador y en la radio uno de sus éxitos fue trasladar la sensación de un diálogo en el bar».  Y aquí, su despedida en antena.

Rosa Belmonte en ABC: Vecinos de un torero. «A veces nos cruzábamos en el ascensor. Él con la basura, yo con una maleta camino del primer debate presidencial de 2008 de Obama y John McCain en la Universidad de Mississippi (una carambola extraordinaria del periódico me lo permitió). «Te envidio», me dijo. Pero tú qué me ibas a envidiar a mí. Yo envidiaba sobre todo su libertad. Con Florentino. Con quien fuera»:

Raúl del Pozo en EL MUNDO: Gistau, columnista de culto. «Se ha retirado del ruedo entre ovaciones el columnista de metáfora rápida como los pistoleros y mafiosos que tanto admiraba. Lo han despedido con una esquela triunfal, colectiva, como a los escritores de antes. No lo han linchado, como suelen, en las redes sociales. Le han dedicado necrológicas radiantes el presidente del Gobierno y los líderes de la oposición, a los que tanta estopa les dio con mordacidad e ingenio satírico. Está claro que gozaba del respeto de la afición y ahora le escriben necrológicas los columnistas, ese fatigoso trabajo español y egipcio de apalancar bien a los doblados».

Gistau dedo

A. Di Loli

Rafa Latorre en EL MUNDO: Una burla a la impostura. «En cuanto al puto folio, siempre hizo lo contrario de lo que se esperaba de él, que era uno de los consejos que solía repetirle a sus amigos que escribían pero no como él. Sus jefes de La Razón lo enviaron con treintaytantos a una guerra convencidos de que llegarían las crónicas desgarradoras de un reportero de raza y lo que llegó desde Pakistán fue una burla a la impostura. La solemnidad le producía bochorno e iba huyendo de las modas que él mismo había inspirado. No respetaba nada, ni siquiera la mística de la columna, quizás eso menos que nada. Esa aversión por la muchedumbre terminaba convirtiéndole en un disidente de todas las causas cuya militancia le suponían. Cuando llegaban los que le seguían, él ya no estaba allí. De ahí que sea tan pertinente la pregunta que se hizo ayer y se hace hoy y se seguirá haciendo Rubén Amón: ¿a quién coño leemos mañana? El periódico ahora es más previsible».

Karina Sainz Borgo en Voz Populi: Gracias, Gistau. «Así era su escritura, refinada y contumaz, certera, directa, magra. Rápida y ágil como un peso welter e invencible como la de un peso completo. En él hasta la nostalgia pegaba fuerte, pero sin renunciar al combate de la ironía y la inteligencia. Tenía razón Javier Aznar cuando escribió que David Gistau era un perro sin collar. Un tipo que sabía morder e hincaba el diente en la frase perfecta. Más que lector, con Gistau uno se sentía esparrin. Sus libros dejaban claro que no bastaba el periódico para todo lo que tenía dentro. Como narrador, Gistau derribaba con la primera persona e iba directo a la quijada con la tercera. Como periodista era capaz de convertir una coma en una navaja».

gistau puebla

Jorge Bustos en EL MUNDO: Nunca bajarás del ring. «Cuando murió Jorge Berlanga, escribió de su compañero de contraportada el más aséptico de los obituarios porque así se lo pidió Jorge desde la cama terminal del hospital. A diferencia de la nuestra, la suya es una generación que aprendió la insinceridad espantable de la cursilería«.

Francisco Rosell, director de EL MUNDO: El sueño roto de David Gistau. «Un gran periodista, de esos que marcan época, puede acabar acribillado por el poder al que critica, narcotizado por las adormideras del ídolo de barro al que adula o simplemente destrozado como un muñeco roto por la leyenda que ha dejado tejer a su alrededor. Es sumamente difícil esquivar cualquiera de esos peligros que se ciernen peligrosamente merodeadores, pero quien sobrevive a ellos y lo logra adquiere una aureola que trasciende por encima de su recuerdo. Ese es el caso de nuestro David Gistau».

Luis Enríquez en ABC: Gistau, rockanroll. «La tribuna de autoridades estará vacía. Esto tiene un propósito testimonial: ellos nunca entendieron la crítica de David y él siempre los quiso lejos para que no comprometieran su independencia. Lo llamaba «el mamoneo». Creo que él y Martín Ferrand son los únicos que yo he conocido que llevaron esta forma de entender la profesión hasta las últimas consecuencias. Recuerdo varias ocasiones en que, después de contarme lo simpáticos que habían sido con él este presidente de club de fútbol o aquella vicepresidenta del Gobierno, les pegaba un columnazo en la cabeza. «¿Y esto por qué?». «Empezaba a sentirme demasiado cerca…». La frase que más he escuchado en mi vida profesional es «¿qué le pasa últimamente a David?». Siempre he respondido lo mismo: «Nada, que es periodista».

Gistau negronis

A. Di Loli

David Jiménez Torres en Letras Libres: Una especie de superhéroe (en recuerdo de David Gistau). «Encuadrado generalmente en el liberalismo político, era sobre todo un comentarista libre, con una fuerte alergia hacia las grandilocuencias engañosas y los simplismos moralizantes que pretendiesen tratar al ciudadano como a un menor de edad. En entrevistas solía hablar de cuán necesario era para alguien que ocupaba su lugar en la esfera pública estar dispuesto a decepcionar a aquellos que pudieran haberle convertido en su columnista de cabecera. No era una pose: su obra da fe de ese esfuerzo por no ser un comentarista predecible sin caer a cambio en el vacuo efectismo del enfant terrible. Así, encontró un equilibrio que muchas veces se antoja imposible: tener criterio sin acomodarse en el dogmatismo, ser independiente sin ser arbitrario».

Agustín Pery en ABC: Artillero de tinta. «Y ahora ¿qué coño hago? David. No, esto no. ¿A quién le envío ese whatsapp mañanero después de leerte? La respuesta siempre certera, el consejo del amigo con alergia al púlpito. Ando hurgando en el pasado, consciente pero incrédulo porque ya me han jodido el presente y embargado el futuro».

Alberto Olmos en El Confidencial: David Gistau ha ido a una guerra. «‘La razón’ no era el mejor periódico para ser joven, y Gistau comprendió pronto que su rival no era la izquierda, sino la misma gente que le había contratado. Desde el principio, propuso una columna que parecía llevarle la contraria a todo su periódico, pues estaba llena de desacomplejadas alusiones a la cultura que ideologizaban las cabeceras contrarias, desde Woody Allen a Los Simpson, que de pronto estaban también de su parte. Esto generaba mucho despiste, que alguien pudiera ser divertido y de derechas».

Ignacio Rúiz Quintano en su blog: DG. «En una España de vividores sedentarios, David Gistau, con su algo de Bakunin (la misma barba de Jehová y una disposición a fumar cigarros sentado en un barril de pólvora para poner de los nervios a las visitas), fue, lo primero, un hombre de acción. Y en busca de acción se alistó en el periodismo».

Santiago González en su blog: David Gistau, siempre en la memoria. «Tenía una humanidad expansiva que imponía con su conversación y su risa. No llegar a cumplir los cincuenta es una tesitura vital impropia. Es una edad indecente para morirse».

Cayetana Álvarez de Toledo en su blog. Tanto, tanto. «Nuestros mundos se solapaban en todas las esquinas: casi más porteño que yo, algo más francés y definitivamente más español. Periodista, liberal y salmón, aunque habría vivido más. Mucho más. Nada de desovar para morir. Su romanticismo, no sólo literario, tenía un límite limpio. Y además había construido la familia perfecta».

Carlos Malpartida en Medium: El puto Gistau. «Cada uno tiene sus vocaciones y sus vicios. Algunos de ellos inconfesables por frustrados. En mi caso, no me escondo, siempre quise ser Francisco Umbral. Ahora tengo una gata y es lo más cerca que estaré nunca de escribir como él. Bueno, no siempre he querido ser Umbral en realidad, solo hasta que empecé a leer a David Gistau. Desde ese momento el objetivo era parecerse a David Gistau. O, siendo realmente sinceros y porque yo ya empezaba a tener una edad, ninguna lectura, nula formación y muy poquita valentía, lo que realmente anhelaba, ahora lo sé, es que David Gistau fuera el mejor Francisco Umbral posible. Que matara al padre por uno».

Manuel Marlasca en EL MUNDO: Hijos del diario Pueblo. «David me confesó que decidió hacerse periodista en aquel edificio de la calle Huertas, igual que yo. Él pronto se destapó como uno de los más grandes escritores de su generación, alejado de dogmas y verdades absolutas, más allá de su adhesión al boxeo, el Real Madrid y a la escritura exquisita. Yo tomé el camino del periodismo de sucesos y siempre que nos vimos, la última vez en el funeral de mi padre, recordamos aquellos ascensores del diario Pueblo y a aquellos gigantes a los que conocimos siendo niños. Él ha muerto convertido en uno de ellos. Y yo me quedo sin el abrazo que nos prometimos la última vez que nos comunicamos por Whatsapp, mientras releo su última columna, esa que publicó en EL MUNDO y que hablaba de nuestro Real Madrid, de Samantha Fox y de madrasas andrófobas».

Ignacio Camacho en ABC: Imprescindible. «No es sólo que fuera uno de los mejores de este oficio, si no el mejor: es que era un imprescindible. Uno de esos tipos con los que te alistarías en cualquier causa que tuviera que ver con la justicia, con el honor, con la dignidad, con la decencia. Con David Gistau podías apuntarte a cualquier cosa y a cualquier sitio: a una velada de boxeo, a una tertulia cultural, a narrar una revolución, a ver un partido del Madrid, a tomar un café, una copa o una colina fortificada por un nido de ametralladoras. Porque contagiaba nobleza, hombría de bien, generosidad y coraje».

idigoras y pachi

Miguel A. Herguedas en EL MUNDO: Y Gistau convocó a Luca Brasi. «Cuando empezó a escribir en este diario, sus denuncias contra las trapisondas de Ramón Calderón fueron acogidas con entusiasmo por directivos que luego recelarían de la libertad de su criterio. Combatía esas minucias mesándose las barbas y sonreía cuando le recordábamos lo que escribió sobre el fichaje de Mourinho. Todos sabíamos que había sido como llamar a Luca Brasi, pero sólo él fue capaz de ponerlo sobre el papel».

Hughes en ABC: Gracias, David. «Estos meses sin él ya han sido suficientes para notar un vacío. Gistau no era nada en extremo, pero era firme; era intuitivo, pero no fue nunca un frívolo o un desahogado. Se estuviera o no de acuerdo con él, no participaba de la desfachatez ambiental. David no iba a fallar cuando llegase lo importante, y por eso hay una sensación de que algo cambia, algo ha cambiado si él no puede contarlo, y un cierto vértigo que da miedo confesar. Somos menos, estamos menos acompañados».

Xabi Alonso en EL MUNDO: El abrazo de Tony Soprano. «Su conversación era brillante, pero sin caer en la pedantería. Recomendaba libros y apuntaba los consejos literarios de los demás. Porque le gustaba, sobre todo, escuchar. Más aún al contrario. Hubo temas en los que no coincidíamos, y ahí es donde la cosa se ponía más interesante».

Y Álvaro Arbeloa en EL MUNDO también: Su Madrí. «Era mordaz, irónico, pero siempre educado, cercano en el trato y muy independiente en su criterio. Su madridismo de pasión y respeto, sin estridencias, destacó en una época muy intensa. No tenía complejos en reconocer sus colores ni en aplaudir al rival. Era libre, era auténtico. También divertido, curioso con el amigo y alegre. Historia, guerra, política, su Buenos Aires, su Madrí. No olvido las fiestas de Halloween que compartimos, protagonista sin pedir foco, con imán aunque no quisiera».

La despedida, en Twitter, de Loquillo.

gallego y rey gistau

La huella de Gistau. El adiós entre lágrimas de Luis Herrero en su programa de EsRadio. Y en el programa, días después, un Homenaje a un gran periodista, con la presencia en ele studio de Jabois, Enríquez, Garcia

Y en la misma emisora, Dieter Brandau a su amigo: «David era un tipo leal y si alguien se metía con un miembro de alguna de sus múltiples pandillas salía siempre a dar la cara. Por ejemplo, decía que si algunos progres nos atizaban a Cayetana, a él o a mí era porque les daba rabia el no poder meternos en el mismo saco de la derecha casposa porque a nosotros nos gustaban los Simpsons, Los Rolling y Tarantino y no la película Raza».

Ricardo F. Colmenero rescata en su blog unExtracto del capítulo ‘El sueño del columnista’, del libro ‘Literatura infiel’:  «De ahí que no tuviera ningún sentido que ahora me hubiera encontrado en Madrid frente a un tipo dormido junto a su teclado al que presuntamente pagaban por pensar, y que imaginé que había venido precisamente a que viéramos como pensaba. Es decir, para que viéramos que no había agravio comparativo con los que no cobrábamos por pensar. Es decir, quería que viéramos que le llevaba un montón de tiempo y esfuerzo elaborar sus cuatro párrafos de mierda. No se podía caer más bajo. En aquello vi además una gran inseguridad por su parte, ya que a los columnistas del año 2000 les daba exactamente igual si todo el mundo imaginaba que redactaban sus textos en gayumbos en jornadas laborales de cuatro minutos, o si sus intrincados razonamientos eran en realidad los del portero de su finca. Volví a preguntar su nombre, ésta vez para que no se me olvidara, y que cada vez que me encontrara con su careto en una página pudiera pasar de largo sin remordimientos. Su nombre era David Gistau, y por culpa de aquella decisión perdí años de sentir envidia, lo que suponía que había perdido años de mi propia vida».

Juan Diego Madueño en El Español: Llanto por Gistau. «Su logro principal fue desmontar el lugar sagrado del periodismo, por el que varios de sus colegas matarían, a base de textos perfectos que decoraron las habitaciones de los recién llegados a la capital en busca de oportunidad y voz propia. A Gistau se le veía la aleta dorsal a mil millas cuando acechaba las metáforas. Para mí, siempre estará sentado en la barra de aquel bar en Georgetown junto al veterano de guerra al que sólo le quedaba la copa que tenía delante.En la vida, parecía decir, no hay más literatura que la de formar una familia, ni más malditismo que ser un hombre sólido que mantiene su visión del mundo a pesar de todo. Gistau era una idea sobre cómo afrontar la vida».

Cristina Pardo en El Periódico: Ser y estar. «Gistau me parecía una persona acogedora. Era un jugón. Se apuntaba a todo. Su risa se escuchaba y no hay sonido más agradable que el de la carcajada. Era un columnista brillante y muy completo. Tenía una mentalidad abierta, se le salía la inteligencia por todas partes y poseía un humor y una ironía que yo hubiera querido para mí. Era un periodista decente, independiente, íntegro. Y valiente. Recuerdo la época en la que los periodistas sufríamos el desmesurado poder de la entonces vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Gistau fue uno de los primeros que se atrevió a denunciarlo en sus columnas. Aquel día le admiré todavía más, si cabe. Porque David escribía para que se le entendiera. No era redicho. Era culto, pero apto para todos los públicos. Cuántas veces le leí y deseé ser capaz de expresarme como lo hacía él».

Pedro Vallín en La Vanguardia: David Gistau, estirpe de Heminway. «Lo descubrió Luis María Anson y lo apadrinó Francisco Umbral, a su manera mentor de una ge­neración de nuevos columnistas que lo secundarían en su deleite por el lenguaje. Sin embargo, el Gistau umbraliano pronto dio paso a uno menos manierista y mucho más sofisticado, provocador no siempre adrede, molesto a discreción y de prosa aguerrida, sin flancos débiles. Pese al coro halagador y confortable, ­supo deshacerse del abrazo del ­periodismo conservador capi­talino para trascender el cepo auto­rreferencial de la mutua celebración y fundó él mismo una corriente de columnistas que en Madrid quisieron ser Gistau mientras él iba siendo ya otra ­cosa».

José Ramón Iturriaga en ABC: Su escala de valores. «David, nunca entraba en el juego, miraba cómo sus colegas se dejaban llevar por las emociones y seguía su camino como si aquello no fuera con él. Y acertaba. Esos problemas, como muchos otros, lo eran para el común de los mortales pero a él no le preocupaban, estaba por encima de ellos, eso sí, sin atisbo de soberbia o cinismo, al revés. Qué más da lo que pueda pasar con el sistema financiero mundial o con los depósitos de los bancos, su escala de valores era otra. Y quizá esa fuera la mejor medida de su manera de entender la vida y la lección pendiente para todos los que le conocimos. Estamos de paso, y él se aplicó en lo que se desprendía de sus columnas: no tomarse la vida ni demasiado en broma ni desde luego demasiado en serio«.

Fernando Iwasaki en ABC: Manual para ser David Gistau. «Como su personaje Daniel, los hijos de David Gistau tampoco crecerán viendo a su padre, pero a ellos quiero decirles que no hay ninguna pieza esparcida por el suelo, sino maravillosos rastros de valor, nobleza y conocimiento que los aguardan impacientes en la memoria que atesoramos radios, periódicos, televisiones y amigos, para que siempre puedan añadir una línea más al manual de instrucciones del gran hombre que serán a imagen y semejanza de su padre».

Agustín Rivera en El Confidencial: David Gistau, el más brillante articulista de su generación. «Era un reportero. Siempre se sintió un reportero. Consiguió ganarse la vida, el oficio e incluso la fama como columnista; pero lo que en realidad le gustaba era salir a la calle y empaparse de una historia. Amaba el periodismo y el boxeo. Era el mejor».

Alfonso Ussia en La Razón: David Gistau.

Jesús Nieto Jurado en El Español: Gistau, luto con guantes. «Gistau llegó a la cúspide del articulismo con una humanidad cachazuda, artículos macho y ninguna concesión al pensamiento débil o así. Su periodismo de Cortes es una mirada, un ambiente, un olor y todo lo que da de sí un gallinero como el que tenemos. Y ahí queda en las hemerotecas para recordarnos que, de aquellos polvos, estos lodos».

Guillermo Garabito en The Subjective: Cuando se mueren los héroes. «Se han muerto los periódicos en papel. Se ha muerto otra vez Ruano y Chaves Nogales y Umbral. Se ha muerto la vocación de la mitad de los chavales que antes de ayer querían escribir en España pudiendo estudiar una ingeniería o cualquier cosa que dé de comer. Se ha muerto David Gistau y la prosa se nos ha cortado, se nos ha quedado la vocación en los huesos en una tarde angustiada de primavera (…) El papel tiene menos sentido cuando se mueren los héroes».

Juan Soto Ivars en El Confindencial: El tipo que tenía miedo a Gistau. » Lo que se pierde hoy es más que un poeta que escribía prosa en los periódicos: se esfuma una opinión desacomplejada. No le tenía miedo a las turbas, ni a los anunciantes, ni a los jefes, ni a los lectores. No había venido para agradar a la despectiva ortodoxia del pensamiento dominante. El menosprecio de quien no entiende los dobles sentidos no le hacía mella. Lo que quería escribir, lo escribía. Tampoco se pervertía en su propia opinión. El orgullo no le corrompía. Unas veces escribía a puñetazos, como Jack Johnson, y otras con caricias. Lo último que se le puede copiar a un maestro es el sentido del ritmo. He leído sus columnas sin que se me pegue el acento. Y por eso pienso ahora que no quise ser su amigo porque podía ser algo mejor: su lector. O porque soy una polilla prudente con la llama de la vela».

Miguel Ángel Uriondo en la web de Globalia: Gistau y el turismo. «Hoy creo que la falta de Gistau me hizo caer en la melancolía porque es, de todos los grandes columnistas españoles que admiro y a quienes considero mis contemporáneos, el único con quien me sentía realmente identificado. Siempre me ganó con su normalidad de señor gigante y barbudo. Y, especialmente, con su obsesión de los últimos años por ser tan buen periodista como padre, con su deseo transparente de permanecer vivo por sus criaturas. Un afán tan lógico y humano, y expresado tan a menudo, que hace que su muerte suene a castigo desproporcionado. No era un Ícaro que quisiera volar, sino un señor que quería boxear y estar ahí para sus hijos.

Yayo Delgado en La Opinión de Murcia: Gistau. «Su muerte ha sido como alcanzar un escalón generacional desde el que comienza un declive. No tiene por qué ser una palabra negativa, como no lo es nostalgia. En la vida hay etapas y todas tienen algo maravilloso que es mejor tener claro».

Javier Yanes en 20 minutos: Va por Gistau. «Allá por el año 2003, si no me patina la memoria, entré a trabajar en una editorial de revistas de viajes llamada Temascinco, o T+5. Fue el trabajo más divertido que he tenido, en una empresa inevitablemente destinada al naufragio, y aún no estoy seguro de la relación entre ambas cosas. Tratábamos de hacer revistas bonitas en fotos y textos, que al lector le dieran hambre de viajar. Y David Gistau era uno de nuestros colaboradores estrella. Lo de estrella le iba que ni pintado. No porque su actitud fuera la de tal, sino porque era un tipo que hacía saltar chispas a la cuartilla (es un decir; ya escribíamos en Word). Era como si le atizara una paliza a la hoja en blanco. Y cuando se pasaba por la redacción, siempre desprendía un torrente de carisma, de esa clase que los tímidos siempre hemos envidiado y del que hemos tratado de aprender, sin éxito, porque para eso hay que nacer».

Aurora Nacarino-Brabo en The Objective: Yo no me voy a morir. «Es un disparate que Gistau, que fue libre como Santillana en pleno vuelo hacia el remate, haya perecido como un Don Álvaro cualquiera. No como un Don Álvaro, claro, que Gistau murió con los guantes puestos, pero sí resulta una excentricidad macabra este final prematuro de quien creíamos tan libre como para no estar obligado por las leyes de la física y la historia. ¡Ni por las del periodismo! Alguien tan libre como para jurar a sus hijos que él no se iba a morir».

Jesús García Calero en ABC: La confusión del mundo. «Estuvo en estas páginas, las hizo mejores y más divertidas, porque su estilo era la pura mirada hacia las cosas. La que brota mordaz y deslumbrante, natural como una respiración -esa que hoy nos falta- después de mil lecturas, viajes, bromas, conciertos, cierres, crónicas, carcajadas… Un escalpelo limpio y esa fuerza de la ironía incruenta manejada con audacia ayudan en sus textos a poner un rato en claro la confusión del mundo. Qué difícil es eso».

José Antonio Trujillo en el Diario Sur: David Hemingway Gistau. «En los inicios de los años dos mil descubrí a David Gistau en la última página de ‘La Razón’ de un artrósico Ansón. Sus columnas tangenciales nos presentaban a un autor en el que la actualidad tenía la tentación de convertirse en literatura. Como los buenos toreros, sabía que tenía la moneda para cambiarla, y no cejó en su empeño de escribir en el centro del ruedo sin más defensa que la seguridad de conocer su oficio».

Gistau heredia

Antonio Heredia

Sit tibi terra levis

Lecturas de Domingo

01 domingo Dic 2019

Posted by suanzes in Historias, Lecturas, Lecturas de domingo

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– Felicity Lawrence, Rob Evans, David Pegg, Caelainn Barr y Pamela Duncan en The Guardian: How the right’s radical thinktanks reshaped the Conservative party. In the wake of the Brexit vote, ultra free market thinktanks have gained exceptional access to the heart of Boris Johnson’s government.

– Daniel Verdú en El País Semanal: » Balas perdidas de Nápoles, los jóvenes que luchan por el poder mafioso«.

– Alberto Rojas y Rosa Meneses en El Mundo: El Sahel, la frontera ingobernable que preocupa a Europa.  En la región operan diversos grupos yihadistas que aprovechan la creciente inestabilidad y se financian a través del tráfico de drogas, armamento y seres humanos. Francia, EEUU y España llevan años en la zona implicadas en misiones militares de pacificación.

– Esto de Katherine lucky en Commonweal Magazine: The Last Shakers? Keeping the faith in a community facing extinction.

– Ian Johnson en la NYRB: How China’s Rise Has Forced Hong Kong’s Decline.

Paul Musgrave en Foiregn Affairs:  Mikhail Gorbachev’s Pizza Hut Thanksgiving Miracle. In 1997, the former Soviet leader needed money, and Pizza Hut needed a spokesman. Greatness ensued.

– En El Confidencial, Carlos Barragán entrevista a Cas Mudde: «Abascal sería demasiado conservador para la ultraderecha holandesa«.

– Maya Kosoff en Mediun: Big Calculator: How Texas Instruments Monopolized Math Class. These $100 calculators have been required in classrooms for more than 20 years, as students and teachers still struggle to afford them

Nick Paumgarten en un artículo del año pasado en The New Yorker: Up And Then Down The lives of elevators.

Y para terminar, tres cosas que he escrito esta semana sobre el cierre y apertura del ciclo en Bruselas

Una entrevista con Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea:

Un balance del presidente saliente del Consejo Europeo: Donald Tusk, un verso libre en la rigidez de Bruselas

Y un perfi de despedida del último irreverente del continente: Jean-Claude Juncker: El guardián de los Tratados.

Buen domingo a todos

 

 

 

Europa soy yo

08 viernes Nov 2019

Posted by suanzes in Historias, Internacional, Lecturas, Periodismo

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europa soy yo

Como muchos de ustedes sabrán ya, en Revista 5W hemos publicado recientemente un librito de conversaciones: Europa soy yo. Lo firmamos Anna Bosch y yo, aunque en realidad lo deberían firmar Agus Morales, Anna Surinyach, Marta Arias y Maribel Izcue, que se dieron el grueso de la paliza, de la edición, corrección, fotos, promoción, etc. Son ellos el alma de 5W, sin ellos (y Quim) la revista no sería lo que es hoy y cualquier elogio debe ir directo a sus oídos.

Europa soy yo se ha enviado a todos los suscriptores de Revista . Si aún no lo son pero están interesados (y eso espero), aquí tienen todos los detalles. Es una revista estupenda, un proyecto con cuatro años de vida y que depende casi por entero de las contribuciones de los lectores. Son apenas cinco euros al mes por material original, reposado y de calidad desde todos los rincones del planeta. Echen un vistazo y si tienen dudas estaré encantado de resolver las que pueda.

Si simplemente tienen curiosidad por el libro, lo pueden encontrar en librerías o encargarlo en nuestra web. Lo enviamos a cualquier lugar en el que estén.

¿Todavía indecisos? Hemos hecho una ronda de presentaciones y promoción en las últimas semanas. Les dejo algunos enlaces de artículos de periódicos o entrevistas en radio. Y un podcast nuestro. Malo será que entre todos no les convenzamos de que Europa importa y hay que acercarse un poco.

  • En El Mundo (ya, juego en casa, pero qué les voy a decir) Fátima Ruiz nos hace una reseña muy bonita. Carta de amor a Europa.
  • Europa eres tú; así que madura, asume tu responsabilidad y mejora el debate. En El Confidencial, Nacho Alarcón hace un acercamiento buenísimo al libro, a los problemas europeos y a por qué deberían prestarle mucha más atención. A la UE y a lo que hemos escrito, claro.
  • europa soy yo why
  • ¿Prefieren algo más dinámico? No hay problema, tenemos de todo. Aquí nuestro podcast. Lo pueden escuchar y descargar en todas las plataformas imaginables.
  • El sábado de la semana pasada, estuvimos en la Cadena Ser, en A Vivir, con Javier del Pino y Ramón Lobo. » Analizamos la crisis política y de identidad que sufre Europa con Anna Bosch, corresponsal de Televisión Española y Pablo Suanzes, corresponsal de El Mundo. Además, ambos periodistas presentan el libro ‘Europa soy yo’, en el que reflexionan sobre el euroescepticismo o la pérdida de confianza en las instituciones. Y nuestra compañera Beatriz Nogal ha charlado con varios jóvenes, estudiantes de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid para conocer su interés y conocimientos en asuntos de actualidad».
  • En Radio Nacional de España, en el 24 horas con Antonio Delgado, Más de 20 minutos sobre nuestra idea del continente, la diferencia generacional en los sentimientos hacia la Unión, la fortaleza de las instituciones y los desafíos para un experimento político que algunos quieren romper y que busca su lugar en el mundo ante gigantes.
  • Hace unas semanas, los compañeros de Cinco Continentes de RNE nos invitaron para hablar del libro y algunos de los temás de más actualidad. A pesar de los problemas inciales de Anna para conectarse, quedó muy entretenido. Mérito total de María Eulate, of course
  • Si buscan un tono más desenfdado, aquí con Ángel Carmona en Hoy empieza todo, de Radio 3. Tomando un té con pastas y hablando del dónde, el cómo, el cuándo y el por qué de todo esto.
  • Gracias a la enorme generosidad de Íñigo Alfonso, una reposada charla en profundidad en Las mañanas de RNE.
  • Y algo un poco diferente: aquí con Luis Rodríguez en Radio El Prat (en catalán y castellano): què és la Unió Europea, per què és tant complicat d’entendre el seu funcionament i qüestions d’actualitat com és l’auge del populisme i l’extrema dreta o el BREXIT.

En este post elogiaría también a Aldekoa y Ayestaran, pero creen que sus libros son mejores y que van a vender más ejemplares y les acabo de declarar la guerra editorial.

Lecturas de domingo

10 domingo Feb 2019

Posted by suanzes in Lecturas, Lecturas de domingo, Periodismo

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Brian J. Boeck en Longreads: Stalin’s Scheherazade. An opportunistic literary caper became a lifelong con — with no possibility of escape. La vida de Mikhail Sholokhov.

Christopher Bing y Joel Schectman en Reuters:Project Raven: Inside the UAE’s secret hacking team of American mercenaries Ex-NSA operatives reveal how they helped spy on targets for the Arab monarchy — dissidents, rival leaders and journalists.

En la BBC: «‘The bed that saved me from the Taliban‘. La increíble supervivencia de un piloto griego al asalto y matanza del Hilton de Kabul.

Lluis Miquel Hurtado en El Mundo: «Gabriel, el vengador cristiano del Estado Islámico«.

En el FT: Eric Hobsbawm: the Marxist intellectual who altered history«.

Megha Moha en la BBC: «The secret language of lesbian love. The wives, mothers and friends who hide their sexuality«. La BBC ha hablado durante meses con mujeres que no pueden decir ni vivir lo que sienten. Sobre su vida, sus secretos y su forma de comunicarse.

Amy Chozik en The New York Times: «You Know the Lorena Bobbitt Story. But Not All of It«. In the 1990s, she was the topic of tabloid headlines and comedy skits. Now, as a documentary series takes on the story, she opens up about how that one night changed her life.

Daniel Victor en The New York Times: «‘World’s Loneliest Duck’ Dies on Tiny Pacific Island That Loved Him«.

Buen domingo a todos.

 

Un euro y medio

31 jueves Ene 2019

Posted by suanzes in Historias, Lecturas, Periodismo, Surtido de links

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IMG_1130.PNGHoy, desde París, escribe Iñaki Gil en el periódico sobre los medios franceses. «Noticias hay muchas y usted puede leerlas gratis en muchas partes. Pero si usted quiere mis exclusivas, mis grandes reportajes, mis opiniones… tiene que pagarlo. Esa es la filosofía que comparte la prensa francesa de calidad. Y que cada día avalan más ciudadanos. Tres cabeceras, dos títulos señeros de la era del papel (Le Monde y Le Figaro) y un medio nativo (Mediapart) superan los 100.000 abonados digitales. Le Monde, faro de la izquierda y vespertino en los kioscos físicos, ha alcanzado los 180.000 abonados y Le Figaro, matutino conservador, superó la cota de los 100.000 en noviembre, según datos de OJD. Entre ambos el más exitoso de los nativos con 140.000 abonados«.

Hay mucho debate sobre los medios de comunicación, modelos de negocio, ingresos, publicidad, muros de pagos, cobro, contenido de calidad. Qué les voy a contar. Hemos cometido errores, muchos y devastadores, ya lo saben. Ya lo sabemos. Podemos debatirlos todos, me encontrarán en el lado más autocrítico y no en el más optimista de cara al futuro.

La mayoría de los que me leen, de los que leen, ya no compra periódicos en papel. Miran la web, las páginas web, muchas. Algunos, pocos, están abonados a ediciones digitales. Conozco todos los argumentos y no voy a tratar de convencerles de nada. Un periódico como el mío cuesta 1,50 en kioskos. Infinitamente menos en suscripción, impresa o no.

Hoy, un día cualquiera, tiene 60 páginas impresas de contenido. Por ejemplo

IMG_1129.jpg

  • Javier Espinosa, nuestro corresponsal en Asia, ha viajado a Manila. Su reportaje: Los sacerdotes, objetivo de los escuadrones de la muerte de Rodrigo Duterte.
  • Lozano y Santander desde Caracas: «Guaidó protesta junto a miles de venezolanos para convencer al Ejército de que se rebele contra Maduro«.
  • Yo mismo, desde Bruselas, sobre el Brexit, el BCE o el reconocimiento de Guaidó.
  • Rafa Latorre entrevista a Bernard Henri Levy: Puigdemont ha escupido en la cara a España y a la democracia en Europa.
  • Joreg Benítez, con Jonathan Haidt y La mente de los justos para explicar Por qué eres incapaz de entender a tu enemigo cuando discutes de fútbol o de política.
  • Tribuna de Giovanni Sartori: ¿Victoria o crisis de la democracia?
  • Sergio Rivas sobre La pelea de Mestalla y la simulación de Busquets: censura en LaLiga
     
  • Mar de Miguel sobre El misterioso hombre de Denisova ocupó su cueva siberiana 100.000 años antes de lo que se pensaba.
  • Iñako Díaz-Guerra entrevista en la contra a Antoni Daimiel: «Jordan era peor persona y mejor jugador que LeBron«.
  • Luis Fernando López (que lo conoce muy bien) hace un perfil de Pepu Hernández: Un novato político muy informado y menos preparado para el PSOE
    E Isabel  F. Lantigua entrevista a su primer rival en las primarias, Manuel de la Rocha: «Confío en que el partido sea neutral«.

Y la opinión, claro

Gistau, Arcadi, Muller, Redondo, Raúl del Pozo, Moyano.

IMG_1128.jpg

Hay decenas de artículos, analisis, crónicas (políticas, deportivas, sociales), infografías, un diseño muy trabajado, fotografías de primer nivel. Un periódico es un increíble esfuerzo diario que va mucho más allá de un título desafortunado, de una barbaridad viralizada. No es ninguna justificación, me disgustan, escandalizan o indignan cosas como a todos. No deberían estar, y explican y quizás justifican las fugas de lectores. Pero una parte no es el todo. Y si sólo les llegan fragmentos que otros han seleccionado, si sólo les llega lo peor, si sólo escogen una instantánea al azar o dejan que sean algoritmos los que escojan sus lecturas, no lo apreciarán en su justa medida.

Para mí, leer un periódico es disfrutar una columna, aprender con una crónica, informarme con noticias y contextualizar con un análisis. Pero es también leer algo que me cabrea y me incomoda, que me revuelve por dentro. Leer aquello con lo que no comulgo, que rompe mi círculo. Es leer también a quien defiende lo contrario, lo que me parece indefendible. Porque el mundo no soy yo y mis circunstancias.

Podemos debatir de todo lo que quieran, sobre si lo dan gratis aquí o en otro sitio, lo mismo o parecido. Sobre los artículos que ofenden, sobre los errores, las frivolidades, el clickbait, el amarillismo, la reiteración, las declaraciones. Los columnistas desatados. El fomato, los enlaces, la velocidad, las erratas. Sobre si nos merecemos un margen de confianza o no. Sobre redactores cuestionables, por decir algo amable, y si lo bueno compensa a lo malo. Sobre líneas editoriales. Lo que gusten. Pero si me preguntan a mí, suscrito a más de media docena de publicaciones, les diría que esto sí vale 1,5€. En papel o en web. Y esto es el primer paso. Si no logramos un acuerdo en lo más básico, el resto nos va a dar igual.

Mis libros de 2018

31 lunes Dic 2018

Posted by suanzes in Lecturas, Lecturas sin Enlace

≈ 2 comentarios

Termino 2018 con más libros leídos (aquí están casi todos) que en 2017, con más series vistas y probablemente con más deporte en mis piernas, pero una sensación amarga de no haber aprovechado, disfrutado y aprendido como podía. Como (creo) quería.

Ha sido un año de cambios, de salidas, de tristes despedidas y ausencias. De cierta sensación de vacío emocional y personal. Con, una vez más, un inexplicable blackout, en el trimestre después del verano, en el que soy prácticamente incapaz de tocar un libro y girar una página, ni de ficción ni de ensayo. Ya me pasó en 2016 y 2017. Al princio buscaba y tenía teorías, pero he acabado por dejarlo correr. Si es así, que así sea.

La literatura siempre ha sido una forma de conversación. No busco provocación, no busco proezas estilísticas, ni me cuelan ya trampas y falsas dicotomías morales o estéticas. Me gusta escuchar. Los desnudos totales, la cirugía a corazón abierto, y eso, claro, no es fácil. Tenemos miedos, inseguridades, traumas, complejos, fantasmas. Nos cuesta decir lo que pensamos, lo que sentimos, lo que queremos. Lo que nos gusta y lo que nos repugna, lo que nos excita y lo que nos atrae, sobre todo si se sale de la norma.  Los libros llenan en buena parte ese vacío, esa añoranza y esa necesidad.

Hoy, más que nunca, me llaman los silencios, la impotencia, la cobardía (la emocional, no la física). En lo que he léido y en lo que me encantaría saber escribir. Lo veo con un prisma mucho más definido y me pregunto, mientras leo, por qué no fui capaz de actuar de otra forma cuando estaba claro que podía. Qué es lo que me frenó o lo que me empujó a hacer el idiota. El frágil equilibrio entre necesidades, aspiraciones y exigencias. Do ut des.

En los años pasados descubrí, a menudo por las malas o malísimas, que soy mucho más flexible de lo que pensaba y que eso está bien. Que la asimetría es perfectamente llevadera y acaba más veces en la tranquilidad y la felicidad que en desastre. Pero también he constatado  que puedo serlo muchísimo más. Que la generosidad, como la vida, no implica ni debe implicar reciprocidad. Y que si lo aceptas y dejas de chocar contra una idea predeterminada de la lógica, serás, seré, más feliz.

Miro atrás y aunque ha sido un año un tanto triste y algo más solitario de lo habitual, acabo razonablemente bien. Más fuerte, más maduro y mucho más libre de prejuicios, axiomas y dogmatismo. He librado demasiadas batallas y aunque no sé si puedo decir que haya ganado, tengo muy claro que no he perdido.

Para Wilde, era «abrumadoramente triste que el talento dure más que la belleza». No puedo discrepar más. En 2018 he encontrado talento desbordante , mucho más que belleza, y eso me ha hecho muy feliz.

Aquí os dejo mis favoritos de los últimos meses.Ensayo y ficción sin un orden ni criterio especial más allá de los dos primeros.

Muy feliz 2019 a todos y gracias por estar siempre ahí.

 

calle este oesteCalles Este-Oeste, de Philippe Sands. Extraordinario. Uno de los mejores libros que he léido en los últimos tiempos. Cuatro historias familiares y tres grandes investigaciones paralelas: la de los abuelos del autor, la del jerarca nazi Hans Frank, la de Hersch Lauterpacht y la de Rafael Lemkin. Un repasto exhaustivo, minucioso, a la insportable destrucción del siglo XX a través de casos cercanos, personales .Cómo de una pequeña facultad de leyes en Polonia salieron dos rivales que cambiaron para siempre el Derecho Internacional. Un talento narrador inmenso combinado con una precisión quirúrgica, un trabajo de historiador y cronista con una desbordante pasión en primera persona. Y todo alrededor de la ciudad de Lemberg, Lviv, Lvov, Lwòw, sus secretos y sus desgracias.

la primera manoLa primera mano que sostuvo la mía, de Maggie O’Farrell. Qué barbaridad de libro. Una novela perfecta, conmovedora. Qué talento para mirar, describir, contar. Para penetrar en sus personajes. Para el detalle, para los sulencios. Para comprender los resortes del pensamiento y el miedo. Para sentir la vida como soledad, como falta de control. Una dolorosa radiografía de un alejamiento imparable entres seres que se aman y de cómo las relacione se pudren centímetro a centímetro. Y qué ganas de llorar. Me había gustado ‘Tiene que ser aquí”, pero éste es muy superior. Mi obra de ficción favorita este 2018.

con rabbiaCon rabbia, de Lorenza Mazzetti. Hay rabia, mucha rabia, en casi cada página de este libro. Tiene cincuenta años y una vigencia increíble y poderosa. Penny es adolescente y vive, aprende y crece en un entorno que no entiende, no soporta y la asfixia. Es explosiva, pura, intensa, inteligente, incontrolable. Y arrastra una pena, una rabia y una furia absoluta hacia un mundo que permitió el exterminio de su familia en el Holocausto. Hacia los adultos. Hacia la sociedad que convierte a las niñas en inferiores a los niños. Hacia la religión. La pecatería. Rabia ante el machismo, la hipocresía de sus referentes. Y miedo, mucho miedo por todas partes a perder el control, a salir de la seguridad de la infancia. Hay muchísima frustración, dolor, pasión, ganas de rebelión. Y literatura de primer nivel.

celeste ngTodo lo que no conté, de Celeste Ng. Todo lo que no conté es una novela dolorosa. Qué triste, y qué bueno. Cada vez me llegan más las historias sobre distancias inapreciables, los códigos rotos, las conversaciones imposibles. Sobre todo lo que (nos) pasa y somos incapaces de decir y de ver. De cómo asistimos en primera fila a la caída de nuestras vidas pero nuestros fantasmas, nuestros miedos , nuestro orgullo, nos impiden reaccionar. Lo simple convertido en un muro que crece día a día. Celeste Ng tiene un talento desbordante para transmitirlo a todos los niveles. Entre el matrimonio, entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos, entre vecinos, entre razas y hasta entre aparentes enemigos. Todos ellos, en algún momento, son capaces de detectar increíblres sutilezas en la vida, el comportamiento y el caracter de sus seres más cercanos. Pero son incapaces de ver lo que tienen delante, de pensar con claridad, de evitar cometer los errores más estúpidos y graves. Son, sobre todo, incapaces de decir y de aceptar la verdad.

sing unburiedSing, unburied, sing, de Jesmyn Ward. Buenísimo. Espectacular ejercicio. Bellísimo en la tristeza, demoledor en la crónica. Siglos de humillaciones, derrotas y fracaso en la piel de los protagonistas. Raza, división y pobreza en un país herido. Un talento descomunal para relatar la degradación, la impotencia (o más incluso, la derrota interiorizada hasta el punto no de saber que existe siquiera el derecho a luchar o protestar). El dolor de la abuela, la entereza del abuelo, la inteligencia de los hijos. La rabia por la madre y el padre, tan deprimentes e incapaces de asumir las consecuencias de sus actos. Drogas, cárcel, Mississippi. Brillantísima.

krastevAfter Europe, de Ivan Krastev. Krastev es ahora mismo el analista más interesante para intentar comprender Europa y sus problemas. El profesor búlgaro ha logrado una combinación casi perfecta entre la historia y presente. Con una crítica feroz, algunas recetas y una capacidad extraordinaria de simplificar lo complejo y ver lo infinitamente complicado en lo que aparentemente es obvio. Escribí esto inspirado en sus ideas y el material del libro lo he usado en muchas charlas y tertulias. Leed todo lo que os caiga en las  manos, antes de que pierda en toque.

future humanityThe Future oh Humanity, de Michio Kaku. Fantástico libro. Ameno, profundo, completo, bien escrito. Uno de los que más he disfrutado los últimos meses sin duda. Un repaso extraordinario a lo que podemos y no podemos hacer todavía partiendo de una premisa muy simple: el futuro de la humanidad no está en la tierra. Vemos el desarrollo de cohetes, de naves, de ascensores. El ¡terraforming’ de Marte, la luna o asteroides. Viajes interestelares, la inmortalidad, inteligencia articifical, nanotecnología. Kaku tiene un don para la narración y para guiar a profanos en un campo de ciencia avanzada. Más que recomendado a  todo tipo de lectores curiosos.

la fractura blomLa fractura, de Philip Blom. Las primeras 30 páginas son un ensayo casi perfecto sobre el periodo de entreguerras. Qué bueno es Blom. Un estilo y un conocimiento inmenso para conocer la época, las fuentes, los hechos, los vínculos. Para relacionar la música y el arte con al teconología y la política, al guerra con la danza, la psicológica de masas con las figuras individuales. No me gustó tanto como Años de Vértigo, serguramente porque éste peca de ambicioso. Apunta a “Occidente”, que es Europa y EEUU básicamente, sin tocar Australia, o Canadá, sin menciones a América Latina. Y abarca tanto que algunas partes quedan cojas o menos atadas que sus obras anteriores. Pero se disfruta mucho.

Lady LLady L., de Romain Gary. Es un extremista del alma”, dicen de uno de los protagonistas. Lady L es un libro (estupendo) sobre contradicciones, nihilismo, pasión. Sobre libertad y la esclavitud de su misma idea. Entre la independencia y la sumisión. Me encanta Gary y cómo esconde la profundidad tras la frivolidad. Nos habla de los “Soñadores de lo absoluto que toman su nobleza y la exquisita cualidad de sus sentimientos por doctrina sociológica (..) lanzan sus bombas como Víctor Hugo sus destellos poéticos”. Gary mezcla, pervierte, el anarquismo emocional con la flema más británica posible. Y une lo imposible a través de la devoción, una y otra vez. “Después de casi 40 años, la amaba con una constancia tal que a veces le parecía que no iba a morirse jamás, simplemente porque no podía imaginar que el cariño que tenía por ella pudiera tener un fin”

vertigoVértigo, de Joanna Walsh. Íntimo, cuidado, quirúrgico. Un desnudo valiente, total en algunos instantes, del corazón y la mente. Las desmonta pieza a pieza, deconstruye desde el final hasta el principio el pensamiento, su pensamiento, por boca de muchas mujeres, de ella misma muchas veces y en diferentes lugares y épocas. Es un libro muy especial, en la forma de escribir, pero sobre todo de mirar, enfocar y diseccionar. Hay una profundidad asombrosa en su percepción y una ingenuidad delicada en sus pasos y su indecisión. Es incisiva y vulnerable. Quiere dar pasos, pero cada uno de ellos le quita el aliento, literalmente, y le da vértigo. Y el resultado, prístino, es terriblemente triste y pesimista.

El-ojo-del-observador-Laura-Snyder_cubierta-editorial-Acantilado-600x920El ojo del observador. Johannes Vermeer, Antoni van Leeuwenhoek y la reinvención de la mirada, de Laura J. Snyder.  El libro de Snyder es una investigación finísima, quirúrgica. Miles de detalles del día a día sobre vestuario, inventario, costumbres, cuentas, comidas. sobre la época y sobre sus protagonistas. Está claro que es un ensayo mucho más sobre Leeuwenhoek que sobre Vermeer. La pasión con la que habla del científico, su conocimiento absoluto, es fascinante y contagiosa. A Vermeer lo conoce y lo disfruta menos. Entiendo la técnica, pero no le fascina el artista. Sin embargo, y a pesar de eso, la forma en la que escribe y aprendes sobre la mirada, la importancia de querer ver y de creer para ver es extraordinaria. Más que recomendable.

hombre felizMuerte de un hombre feliz, de Giorgio Fontana. Giacomo Colnaghi es  fiscal antiterrorista en el Milán de principios de los 80, los años de plomo. Viene de abajo y cree y quiere creer que aunque la suya no es una socidad totalmente justa, ni buena, ni perfecta, es abierta y democrática. Que hay oportunidades si trabajas. Que las hay, si eliges. Le atormenta no ser capaz de entender a los críos que deciden matar por sus ideas. Es un hombre solitario, austero, adicto al trabajo. Y atormentado (en su acepción más laxa) por el padre partisano al que nunca llegó a conocer. Como él, quiere hacer lo correcto, lo que debe, a pesar de los riesgos. Es creyente, conservador en sus principios pero abierto en sus actitudes. Tímido, introvertido, incapaz de expresar la mayoría de sus sentimientos, sufre cuando se da cuenta de que la debilidad de su hijo le irrita más de lo que le despierta compasión. Necesita hablar y aunque no logra explicarlo, como la mayoría de nosotros, cree que se salvará siendo escuchado. Y mira al mundo, sin saberlo, siguiendo los versos de Dylan Thomas:

And all your deed and words / Y todos tus actos y tus palabras
Each trueth, each lie / Cada verdad, cada mentira
Die in injuring love / Mueren en el amor que no juzga.

————————————————————–

Cada vez más amigos se van apuntando a hacer listas anuales. Aquí os dejo las que he visto.

Lara Hermoso

Ramón González Ferriz

Jorge San Miguel

Aloma Rodríguez (a su manera).

Manu de la Chica

Ariane Aumaitre

Nuria Val

 

 

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