
1) Por razones que no entiendo muy bien, mientras trasteaba anoche la aplicación de The Atlantic me destacó anoche esta pieza súper interesante de 2018 de Adam Frank: Was There a Civilization on Earth Before Humans? A look at the available evidence.
Empieza así: «Gavin Schmidt Schmidt es el director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA (también conocido como GISS), un centro de ciencias del clima de primer nivel. Un día del año pasado, llegué al GISS con una propuesta descabellada. Como parte de mi trabajo como astrofísico, había comenzado a investigar el calentamiento global desde una perspectiva astrobiológica. Esto significaba preguntarme si cualquier civilización industrial que surja en cualquier planeta, a través de su propia actividad, desencadenará su propia versión de cambio climático. Ese día visitaba el GISS con la esperanza de obtener información sobre ciencias del clima y, quizás, encontrar colaboradores. Así fue como acabé en la oficina de Gavin. Justo cuando estaba terminando mi enfoque, Gavin me detuvo en seco.
«Espera un segundo», dijo. «¿Cómo sabes que somos la única civilización que ha existido en nuestro planeta?»
A partir de ahí, el autor explica si es posible que hace millones o cientos de millones de años otra civilización habitara la tierra y no haya dejado o no hayamos sido capaces de identificar sus restos. No los meramente materiales, porque transcurrido ese tiempo todo es polvo. Sino otro tipo. Como los que quizás dejemos nosotros en algún momento.
1b) Una vez leído ese, ya no se podía parar. Hay pocas cosas mejores que esto para evadirse de la política. El artículo más reciente de Frank es To Find Alien Intelligence, Start With the Mountains. The key to complex life might be hiding miles below our feet., sobre los aburridos mil millones, la explosión cámbrica
«Estas lecciones sobre la «coevolución» de la vida y los planetas son importantes para la comprensión que los humanos tenemos de la Tierra ahora, a medida que impulsamos la evolución de nuestro planeta en nuevas y peligrosas direcciones. Y serán aún más importantes a medida que los astrónomos continúen explorando el universo en busca de vida en otros planetas. Comprender cómo la vida transforma sus planetas, y viceversa, puede ayudar a los astrónomos a identificar los planetas que deben buscar, incluyendo mundos más grandes, con mayor probabilidad de retener su calor y con períodos más largos de tectónica de placas activa. Los humanos finalmente tenemos la tecnología y el conocimiento científico para comenzar seriamente la búsqueda de vida más allá de la Tierra: la oportunidad de encontrar seres que se acerquen más a nuestra extraña capacidad para percibir y comprender el mundo. Pero para descubrir esa complejidad, debemos tomar en serio las lecciones de los aburridos mil millones. Los planetas no son solo un escenario donde se desarrolla el drama de la evolución de la vida. También son protagonistas«.
2) Esta semana, en Letras Libres, Antonio Villareal entrevista a Alejandro Cearreta, catedrático de Paleontología en la Universidad del País Vasco que durante los últimos 15 años ha formado parte del Anthropocene Working Group, una comisión internacional que recibió el encargo por parte de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas de valorar si había motivos para declarar al Antropoceno como una nueva época geológica. ¡Claro que el Antropoceno es una construcción humana, como el Jurásico, Botticelli o los Beatles!
Todo es interesante, pero una de las preguntas enlaza directamente con lo anterior:
¿Nuestra importancia sobre la historia del planeta es comparable a la de otros eventos que marcaron una separación entre periodos?
En el límite entre las eras mesozoica y cenozoica, cuando cayó un meteorito sobre nuestro planeta, hubo una extinción de especies masiva brutal. Ese evento fue muy grande y se considera que es definitorio del cambio entre dos eras geológicas. Con respecto al Antropoceno, pensamos que por ahora estaría bien dentro del rango de época, ya veremos si esto evoluciona por nuestra capacidad de modificar el clima y la geología del planeta. En el futuro quizás podría ser un periodo. Esto es normal en nuestra ciencia. Si miramos libros de texto de los años 40 y 50, las eras geológicas eran primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria. Con el paso del tiempo y la discusión científica, se cambió el nombre a la primaria por Paleozoico, a la secundaria por Mesozoico, a la terciaria por Cenozoico y el cuaternario quedó rebajado a periodo, manteniendo su nombre. Lo que era una verdad irrefutable hace 50 años, se discute y deja de serlo.
3) Tenía pendiente desde navidades esta charla estupenda con el legendario Kip Thorne: If ‘Interstellar’ Were Made Today, What Would Be Different (Al final hay transcripción además de audio).
En ella habla de cómo acabó metiéndose en la película, pero también de ondas gravitacionales y de la visualización de los agujeros negros. Y responde a algo muy sugerente. «La última vez que hablamos en 2014, me dijo que en Interstellar debía haber un equilibrio entre la ciencia establecida y la especulativa. ¿Hay alguna ciencia especulativa en la película que se haya acercado a la ciencia establecida desde entonces? Y la respuesta es que sí.
4) Y por cerrar este extraño círculo geológico-astronómico, una pieza que me gustó en su momento de Rivka Galchen en The New Yorker: What the Green Comet Tells Us About the Past—and the Future. Comets are inspiring marvels in the night sky. They may also hold the secrets of habitable planets.
«Durante gran parte de la historia de la humanidad, los cometas fueron poco celebrados. Martín Lutero los llamó «estrellas rameras» por su comportamiento desenfrenado. Un obispo luterano, en 1578, los describió como «el humo denso de los pecados humanos, que se eleva cada día, cada hora, cada momento lleno de hedor y horror, ante el rostro de Dios, y se vuelve gradualmente tan denso que forma un cometa, con trenzas rizadas y trenzadas, que finalmente es encendido por la ira ardiente y ardiente del Supremo Juez Celestial». En 1607, poco después de presenciar un espectáculo de fuegos artificiales, el astrónomo Johannes Kepler vio un cometa que permaneció visible durante un mes. Escribió un panfleto sugiriendo que los cometas se creaban a partir de glóbulos grasos en el éter; comparó el proceso de formación cometaria con la forma en que los océanos generan espontáneamente ballenas. Kepler dijo que el espacio estaba tan lleno de cometas como el mar estaba lleno de peces, pero que sólo podíamos verlos cuando, guiados por un espíritu especial, se acercaran a la Tierra».