El efecto de la crisis en la economía es evidente. En los últimos años nos hemos familiarizado con los (inaceptables) niveles de déficit público, con el inquietante crecimiento de la deuda pública, con el apalancamiento del sector privado, con las tasas imposibles de paro o el altísimo coste de financiación en los mercados de administraciones y empresas.

Pero hay mucho más. La economía es mucho más compleja que todo ello y tiene más de un tiempo. El historiador francés Fernand Braudel se hizo célebre, además de por su enorme talento, por la distinción entre «temps court» (o «individuel»), «temps moyen» (o «social») y, sobre todo, «le temps long» («géographique») en la historia. Tiempos que fluyen de forma simultánea y en los que estructuras y acontecimientos coexisten, a menudo sin saberlo o percibirlo.

Además de la inmediatez, los ciclos cortos, las crisis, las cumbres, la prima de riesgo, hay tendencias a largo plazo de fondo. Dos periodistas, Amanda Mars (El País) y Beatriz Amigot (Expansión) han escrito estos días sobre ello.

La crisis española ha dejado desnudo al rey. Ha mostrado que lo peor de la burbuja inmobiliaria es que disimulaba la falta de alternativas, de un modelo económico más allá de ‘ladrillo’ y playa. Ahora estamos centrados en lo urgente. Cuando la situación, la presión, se relaje un poco, empezaremos a preocuparnos por lo importante.

Mars, en un artítulo titulado «Adiós a la industria«, explica que «El sector ha perdido el 30% de la producción desde 2007 y más de medio millón de empleos en cuatro años, pero su retroceso comenzó antes de la recesión».

Y da algunos datos:

– «La producción industrial en España se encuentra en sus niveles más bajos desde 2007, con una caída acumulada del 30%, según los números del Banco de España. El índice que mide su actividad bajó un 8,5% el año pasado, pese a la nueva marcha de las exportaciones. Lleva un lustro cayendo; solo en 2010 registró un ligero repunte»

– «Desde 2008 se han evaporado 659.000 empleos industriales, el 27% del total».

– «El peso de la industria manufacturera en el producto interior bruto (PIB), que era del 17,4% en 2001, se quedó en el 13% en 2011, tres puntos por debajo de Italia y nueve por debajo de Alemania, aunque por encima de Francia (10%)».

– «El peso del empleo industrial en el total de la ocupación ha encogido hasta el 12,8% en 2011 (era del 18% en 2010), frente al 16% de media europea».

Amigot, en cambio, nos habla en «España avanza hacia el modelo alemán» de que «por primera vez en los últimos 32 años las rentas de las empresas pesan más en el Producto Interior Bruto español que las salariales».

¿Eso es bueno o es malo? Como poco es sintomático. Ella cree que «detrás de estas cifras se esconde un cambio estructural en el modelo productivo», pero también una buena noticia: «las empresas tienen capacidad para invertir y sólo están esperando a que desaparezca la incertidumbre».

La caída de la aportación de las rentas salariales al PIB en el gráfico es brutal.

rentasespana

Esta circunstancia «es el resultado de varios factores. Por un lado, es fruto de la contención del salario medio por trabajador, que se ha venido agudizando en los últimos meses. Concretamente, en el último trimestre de 2012 cayó un 3% respecto al mismo periodo del año anterior frente a los leves avances de los trimestres anteriores (0,2% en el 2ºT y 0,1% en el 3ºT)».

Pero también de la supresión de la paga extra de los funcionarios o de que, además de la caída de sueldos, hay menos trabajos. «(…) el fuerte proceso de ajuste de plantillas que ha seguido registrándose desde 2008. Sólo en 2012 se destruyeron 787.240 puestos de trabajo».

Los cambios son inevitables, necesarios, incluso buenos. La industria no es lo que fue ni lo será. Seguro, prafraseando a Kevin Murphy, que «en un siglo, el PIB pesará menos que hoy«. Pero si no controlas ni entiendes el cambio, éste te acaba descontrolando a ti.