En el ABC de hoy se publica una entrevista a una joven alcaldesa del PP, María de las Mercedes Pérez, con un llamativo titular: “Pablo Iglesias me suspendió tres veces por llevar perlitas”.

De forma resumida, acusa a Iglesias de dar un trato ofensivo a quienes no “comulgaban” con él y dice que “lejos del programa, se dedicaba a adoctrinar. Su opinión personal era la que prevalecía, sin más. Se saltaba el programa. No era objetivo”.

No voy a opinar sobre el artículo en sí o sus opiniones. Es su relato y yo no estaba allí. Pero Pablo Iglesias también fue mi profesor, y mi experiencia no puede ser más distinta a la de María de las Mercedes Pérez. Yo fui alumno de esa misma clase de Geografía Política un año antes, entre 2008 y 2009. De hecho, fui alumno también de Juan Carlos Monedero y de Carolina Bescansa en esa misma facultad.

Iglesias llevaba un blog, uno nuevo cada año, en el que iba colgando información de la asignatura de forma regular. El de mi curso lo podéis ver aquí. Con textos, artículos, ensayos, enlaces, videos, películas o canciones que él recomendaba.

Seguramente habéis leído o escuchado muchas cosas sobre la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, en el campus de Somosaguas. Y seguramente todas se quedan cortas. El nivel era terriblemente bajo en general. Por todas partes. En el claustro, los alumnos, la exigencia, la moqueta, etc. Eso da para otro post, otro día. Pero de entre las asignaturas que cursé, y los profesores que tuve, seguramente Iglesias estaba entre los mejores.

En esa facultad, en aquellos años, la ideología jugaba un papel importante, sí. Digo aquellos años porque hice Sociología en dos partes (en realidad, me faltan dos asignaturas para terminar). Estuve en muchas asignaturas en la época de la Guerra de Irak en las que bastaba decir “Aznar es un asesino” para ser aprobado. Literalmente. No exagero lo más mínimo, lo prometo. Eran asignaturas en las que no había examen, sino participación en clase y exposiciones. Se discutían artículos o capítulos de libro. Y bastaba con decir cosas como «Bush hijo de puta» de vez en cuando para sacar un Notable. No se pedía nada más.

Los profesores eran insensibles a la lógica de la razón. Un alumno podía decir “Aquí Kissinger sostiene que hay que invadir países porque EEUU debe mantener su hegemonía”. El artículo decía lo contrario. Y se lo hacías ver, pero era irrelevante. No le importaba al alumno ni al profesor.

Había profesores que iban a El Corte Inglés con alumnos a robar, en la campaña de ‘Yo mango’, y dedicaban unas cuantas clases a contárselo a los que no habían estado. Otros que llegaban a clase 45 minutos tarde cada día. Había aprobados generales. Estaba Monedero, cuyo objetivo principal era vender una idea y le daba completamente igual cómo.

Había profesores con páginas web en las que el abrir sonaba la internacional y que dedicaban las clases a denunciar el robo desde hace siglos de las plusvalías de los trabajadores y que aseguraba que serían recuperadas “aunque sea por la fuerza”.

Iglesias no era uno de esos. Era buen profesor. Se preocupaba por los alumnos, llegaba puntual y se esforzaba por interesar a los presentes cada día. Su programa era claro. Las lecturas estaban claras y disponibles desde el principio. Y había que trabajarlas, más o menos. Aportaba películas, vídeos y canciones. Las ponía en clase, las enviaba por email o las colgaba en el blog.

Incitaba a leer, a discutir y a pensar. Insistía, regañaba y motivaba,. Recuerdo buenos ‘palos’ en sus clases, sí. Pero no a las chicas con “perlas”, sino todo lo contrario. Los palos se los llevaron los alumnos más de izquierdas que, acostumbrados a otros profesores y a lo que comentaba arriba, pensaban que bastaba con soltar dos consignas en voz alta. Recuerdo uno de los primeros días como, de forma educada eso sí, le hizo ver a uno de los chicos ‘de la asamblea’ que si quería intervenir, lo primero era leer los textos, que tonterías las justas.

Iglesias tiene, tenía, un sesgo, claro. Mi única queja, y lo he dicho alguna vez a la raíz de la publicación de nuestro libro sobre Podemos,estaba en la selección de las lecturas y autores. Era una asignatura sobre Geografía política. Sobre geopolítica. Pero no se centraba por ejemplo en los clásicos, sino en sus críticos marxistas. Miren la bibliografía del Programa.

Pero el debate en el aula era absolutamente libre y él disfrutaba mucho cuando le llevaban la contraria. Mi impresión es que no adoctrinaba. Su postura, sus ideas, su cosmovisión, estaba clarísima. Como la del 100% de los profesores. Puedo asegurar que mi postura sobre la Geopolítica, sobre Wallerstein, sobre Harvey o Lenin estaba en las antípodas de la de Iglesias. Y lejos de ser un problema, fue un aliciente. Para ambos.

En las clases me lo pasé realmente bien. Discutiendo, llevando la contraria y provocando. Y jamás hubo el más mínimo problema. Ni conmigo ni con nadie, que yo viera. Al revés, el ambiente era bueno. Y él no era especialmente popular porque aunque era agradable y cercano, no era especialmente sencillo. Había que trabajar un poco (menos de lo que me hubiera gustado), y eso no convencía a todos.

Yo creo que el mejor ejemplo del espíritu del Iglesias profesor es el ‘examen’ final, que era una exposición en su despacho. Allí, él y yo solos, defendí que la política exterior de Bush y los ‘neocon’ fue lo que salvó el mundo hace más de una década. Durante más de 20 minutos hice una defensa encendida de las Guerras de Irak y de Afganistán, no per se, sino como elementos catalizadores de un nuevo orden mundial. Utilicé a sus autores, los puntos que él había marcado, las lecturas y los esquemas de clase.

Usé sus argumentos. Les di la vuelta completamente. Se descojonó, me dijo que era un cabrón y me puso un Sobresaliente.