CiWcsi6XAAAoEy1.jpg-large

ULISES

Ayer, al borde de los 70, murió Fernando Múgica. Me enteré muy tarde, después de cenar. Había estado fuera, bastante desconectado. Y me puse a llorar.

Yo lloro muy poco y Fernando no era un amigo cercano, pero la tristeza que sentí fue infinita.

Es difícil explicar. Si leéis los muchos artículos que se han publicado en las últimas 24 horas (los enlazo abajo), los comentarios en Twitter o Facebook de sus colegas, amigos o alumnos encontraréis en casi todos tres ideas: que siempre sonreía, que era buena persona y que tenía una pasión desbordante.

Las tres son rigurosamente ciertas. No he conocido nunca a nadie, de cualquier edad, con tanta pasión, tantas ganas. Siempre con una o dos o tres cámaras de fotos encima, más que dispuestos a prestarlas.

Observador incisivo y hombre despistado, caótico, desordenado y tremendamente atento y generoso. Si lo veías una vez pensabas que era o un genio despistado o un niño en cuerpo de hombre. Si lo veías dos veces dudabas. A la tercera te había ganado para siempre.

Yo lo conocí hace 10 años, en el Master de El Mundo. Era profesor de fotografía, o algo parecido. De fotografía no recuerdo que me enseñara nada, pero de mirar, todo. No perdió un minuto en hablar de técnica, de máquinas. Era todo la mirada, el buscar, el ver. Y logró llegar, como nadie, a un grupo de veinteañeros cínicos.

Yo quería hacer las prácticas en Internacional, lo que siempre me había apasionado. No estudié periodismo y mi único vínculo eran los muchos libros de corresponsales, de guerras, de reporteros que tenía en casa. De gente exactamente como él. Tenía una idea idiota en la cabeza de cómo debían ser y alguien tan afable, cariñoso, cercano no encaja mucho.

La primera vez pensé que era una gloria venida a menos, cargado de historietas y batallitas. No podía estar más equivocado. Desde ese día y cada vez que me crucé con él me demostró que era jodidamente listo, que no se le escapaba nada. Tenía una capacidad de comprender lo que sucedía, la big picture (pun intended).

Fernando tenia también muchos pájaros. Había días que parecía que tenías delante a JJ Benitez, su amigo de la infancia. Durante los últimos ocho años cada vez que nos encontrábamos me hacía un saludo militar y guiñaba el ojo. Un día me vio haciendo deporte cerca del periódico, con el pelo rapado, y jamás pude convencerle de que yo no era parte de los servicios de inteligencia de Israel. Jamás. Se cuadraba, guiñaba un ojo y se despedía con «shalom».

En 2006, acabando la parte teórica del Master, yo quería ir a Internacional y él me lo desaconsejó, por decirlo de forma suave. Me dijo que cometería un error inmenso y me arrepentiría el resto de mi vida. Que yo tenía que ir a Opinión. Sin muchas más explicaciones. No entendí nada, no tenía ningún sentido. Parecía una boutade aleatoria de alguien ya de salida, desconectado del día a día de una redcción.

La semana siguiente me lo volvió a repetir. Y se puso pesado, hablando incluso con la gente del Master directamente. El cabrón lo tenía clarísimo y acertó de lleno.

Me lo dijo tiempo después. Vio que era un listillo y que iba a chocar con la gente de su sección, con los suyos. Los conocía bien. Sabía que yo necesitaba una cura de humildad, de paciencia. Y necesitaba entender cómo funciona un periódico, una redacción, y que eso no lo iba a entender en Internacional. Y fue así. De haber ido a Internacional es probable, casi seguro, que yo no estaría ahora aquí en Bruselas como corresponsal del periódico. Fernando, en un instante, lo vio claro y me cambió la vida.

Ayer por la noche mi amigos y compañeros lloraban por él igual que yo. Literalmente. Es difícil de explicar porque casi ninguno era amigo cercano. Pero Fernando era la bondad, la sonrisa, la alegría. La pasión absoluta por el periodismo, por estar donde pasan las cosas y contarlas. Por ser testigo y compartirlo. En Vietnam, Sierra Leona, un charco en el centro de Pamplona o la banda de un estadio de fútbol.

Lo decía ayer Rojas: «De Fernando Múgica copiaba hasta la manera de abrocharse el zapato. Lo veía por la redacción y me decía: «Yo quiero ser como ese tipo». Alto, guapo, elegante. Con una carrera larga, completa. Para entenderlo bien tenéis que leer a Errea y a Edu.

Cuando te quejabas de los horarios, del sueldo, de un madrugón, de un bronca del jefe siempre respondía lo mismo entre risas: «¿No querías ser periodista». No deja de ser una maldita ironía que nos deje en medio de un ERE. De otro.

Que a un periodista le recuerden por su trabajo, por sus fotos, sus reportajes, supongo que es lo mejor que le puede pasar. Que te recuerden entre lágrimas tus compañeros, los que no eran siquiera amigos muy cercanos, yo creo que dice mucho más. Por su fuerza, su pasión, su sonrisa. Por esa mirada contagiosa. Porque era uno de los últimos del mundo de ayer.

Sit Tibi Terra Levis

Javier Errea, que es su sobrino, en su blog sobre «Fernando Múgica«.

Eduardo Suárez en Medium: «Es mágico que esté todo por hacer«.

José Aymá en El Mundo: «Un fotógrafo que sabía mirar«. De profesional a profesional.

Lucía Méndez el sábado en su columna de El Mundo: «Te informo, querido Fernando«.

Mónica García Prieto también en El Mundo: «Siempre nos quedará Kabul«.

Iñaki Gil y Juan Carlos Laviana: «Reportero, ‘gentleman’ y buena persona«.

Iñaki de nuevo en Crónica el domingo: «Últimas tardes con Fernando«.

Pedro J. Ramírez  en El Español: «La leyenda de Fernando Múgica«.

Pedro Gª Cuartango en El Mundo: Retorno a silos.

J. J. Benitez en El Mundo: «Compañeros de pupitre y oficio«.

Arturo Pérez Reverte en Zenda: «Alto, rubio y tranquilo«.

Alberto Rojas en El Mundo: «El último reportero clásico«. Con los testimonios de corresponsales de guerra como él.

David Jiménez en su carta del domingo: «El reportero que habría plantado a Lana Turner«.

 Vicente Romero en El Mundo también: «Un periodismo que se muere«.

Fernando Baeta en El Español: «El último periodista«.

Agustín Rivera, en su blog, recuerda al «Escuchador de historias«.

Federico Jiménez Losantos le dedicó el arranque del programa del viernes de Es Radio.

«El 11-M me ha costado la vida«, una entrevista que le hizo Lorena G. Maldonado

Luis del Pino en Libertad DigitalFernando Múgica, in memoriam

Javier Somalo, también en LD: «Fernando Múgica, la duda y la ilusión«.

Vicente Lozano en Medium: Mi último recuerdo de Fernando Múgica

María Ramírez en El Español: Las cerezas

Alberto D. Prieto en Ok Diario: Un reportero de película.

Un «In memoriam» de Ana María de Luis Otero en Periodistas en español

14632528501822.jpg

RICARDO

VÍDEO:

Fernando Múgica, periodista, maestro, amigo. Algunos de los periodistas de El Mundo evocan recuerdos vividos junto al reportero Fernando Múgica.

MÚGICA EN SUS TEXTOS

Saigón: el bus que nadie quería perder

Los agujeros negros del 11-M