De los que han trabajado con él:

Lucía Méndez: «Un relato modesto y sentimental«. «Hay gente que cree que EL MUNDO es una criatura con una sola alma, la de su director. Se equivocan. Este periódico tiene decenas de almas que son las que lo hacen todos los días. Sabemos hacer un diario porque él nos enseñó. Ylo seguiremos haciendo con Casimiro, que es de la familia. Para nosotros, esto no es un juego de poder. Forma parte de nuestra vida. Por eso, de forma simple y sin discursos dramáticos, gracias, jefe».

Pedro G. Cuartango: «El segundo naufragio«. «La historia se repite pero en este caso no como farsa sino como drama. Todavía recuerdo aquel 8 de marzo de 1989 cuando Pedro se despidió de la redacción de Diario 16 subido a una mesa en la calle San Romualdo. Anteayer lo hizo sobre unas resmas de papel, pero poco ha cambiado un país en el que criticar al poder sigue siendo una imprudencia imperdonable».

Federico Jiménez Losantos: «Pedro Jota o el despertar de tanto sueño«. «Aunque el fundador de El Mundo, el último, mayor y mejor de los periódicos de papel, sea hombre opaco, amigo sin alardes y, como el Cary Grant de Luna Nueva, egoísta como sólo puede serlo un periodista, la historia política española, en lo que tiene de más libre y mejor, habría sido imposible sin Pedro Jota».

Fernando Baeta (director de Elmundo.es): «NO«. «Ha sido duro trabajar con el que hoy se marcha. Muy duro. Asqueante, en muchas ocasiones. No todo han sido amor y fantasía. Atrás quedaron las patadas a las papeleras pero hasta anteayer mismo podían escucharse -en EL MUNDO siempre se escucha todo, no hay secretos- broncas y discusiones, gritos y susurros, enfrentamientos y discrepancias. Recuerdo hasta insultos y violencia verbal; distintas formas de ver esto o aquello que nos hacía a algunos dejarnos llevar por la vehemencia y la calentura. Pero sin rencores ni resentimientos. También ha habido ganas de desaparecer, de decir basta, de no querer volver al día siguiente, de estar harto, muy harto, de no soportarlo ni un minuto más, de no aguantar más ese cargante empeño suyo de querer tener siempre la razón, y de que probablemente la tuviera. Siempre ha sido, y seguro que seguirá siendo, un certero espadachín del lenguaje y de la controversia: te permitía todo en el duelo, absolutamente todo, aunque después hiciera lo que le diera la gana. Y otra vez sin rencores ni resentimientos por su parte. A todo esto y a mucho más seguíamos volviendo al día siguiente y hubiéramos vuelto, estoy convencido, hasta el último día de nuestras vidas».

Jesús Cacho: «El caso Pedro J y las miserias de la profesión periodística«. «El periodismo español se ha rendido sin luchar. Ha hecho algo peor: lisonjeado por el poder, se ha bajado las calzas hasta los zancajos para que pudieran darle a conciencia, decidido a participar en el general festín de estos años de vino y rosas, con dejación de su función primigenia, que no es la de derribar presidentes de Gobierno o intentarlo, no, sino la mucho más humilde de salir a la calle a buscar noticias, contrastarlas y publicarlas, a ser posible en su integridad».

Juan Carlos Escudier, muy duro: «Gracias Pedro J.» «Se nos va un grande, posiblemente el único director de periódico condenado por el Tribunal Constitucional por atentar contra la libertad de expresión de un periodista de su medio. Estamos ante un visionario que, con sus desternillantes seriales sobre los atentados del 11-M, ha transformado la ficción en periodismo de investigación, tras reducir primero éste a la condición de periodismo de talonario. Gracias por todo, Pedro J. Y hasta pronto».

Vicente Ferrer Molina: «Pedro J.» «Lo mejor que puedo decir de él es que ha sido fiel a los sueños de su infancia. Esos sueños no tienen trampa ni cartón. Por eso, hasta en sus traiciones ha sido honrado. Alguien así merece respeto. Qué digo: envidia. Alguien así es inmensamente afortunado».

Melchor Miralles: «Pedro J.» «Que vayan preparando sus curriculums los estudiantes de Periodismo. Comienza otra era».

Carlos Boyero en El País: «Pedro J.» «Jamás he conocido a alguien en el mundo de la comunicación o la incomunicación—esa chorrada tan conveniente de que el periodismo es objetivo y busca la verdad— capaz de despertar tanta admiración y temor reverencial entre la gente que trabajaba para él, y tanto miedo entre los que decretaba como piezas de caza, siempre poderosos, tan veraz y tan farsante, tan atrevido y tan calculador, tan inteligente y mezquino como Pedro J. Ramírez. Si puedo, nunca volvería a trabajar en sus medios, pero le ofrecería mi casa si la necesitara. Es el periodista total, lleno de luz y de sombra. Y me remueve su destierro».

Carlos Salas: «Lo que hizo y lo que hará«.  «Las reuniones de portada de la tarde eran excitantes cuando había un gran tema: podía ser una investigación, un reportaje de un corresponsal de guerra, una entrevista exclusiva. Pero cuando no había tema de portada, lo mejor era no ser redactor-jefe porque la reunión se parecía a la caldera del infierno».

– Carlos Sánchez: «Pedro J. Ramírez, ¿suicidio o asesinato?«. «La frase que más veces escuché salir de los labios de Pedro J. Ramírez durante los 13 años que trabajé en El Mundo fue un viejo aserto periodístico. Y dice más o menos así: «Tus exclusivas de hoy servirán para envolver los bocadillos de mañana». Detrás de esta célebre afirmación se encuentra una cierta forma de entender el periodismo, probablemente consustancial a su razón de ser. Lo que hoy consideramos un hecho extraordinariamente relevante se baña, en realidad, en las aguas de la futilidad. No hay nada que dure menos que una exclusiva».

Quico Alsedo: «Pedro J. se lo buscó«. «Ha habido momentos de clara obcecación. También, quizás, excesivo personalismo. Y la gente de mi generación, por ejemplo, llevamos años sintiéndonos taponados en esta santa casa. Había que matar al padre y todo tenía que ser siempre, obligatoriamente, una puta mierda».

Manuel Jabois: «Todo esto«. «Un periodista irremediable que afortunadamente deja una Redacción sin remedio».

Luis María Anson: «Hay Pedro J. Ramírez para rato«. «Hoy es un día de luto para el periodismo español. La destitución de Pedro J. Ramírez no es el producto de una mala gestión o del envejecimiento del periodista. Se trata de una maniobra política a través de la cual los grandes partidos han pretendido desembarazarse del periodista independiente que los fustiga».

Alfonso Ussia: «A Pedro J. Ramírez«.

Anibal Malvar: «El gran titular de Pedro Jota«.

Y LOS QUE NO HAN TRABAJADO CON ÉL

Javier Pérez de Albéniz (que tuvo su blog en El Mundo): «Un mundo sin Pedro J.» «on El Mundo Pedro J no solo creó un periódico, sino una forma de hacer periodismo, de entender la profesión, de vender un producto, de ganar dinero y obtener poder. Ahí tienen el 11-M: una descomunal sinvergonzonería que a cualquier otro periodista le hubiera supuesto, una vez embreado y emplumado, el descrédito y la ruina profesional. A Pedro J le ayudó a vender miles de ejemplares».

Ignacio Escolar: «La extinción del PedroJotasaurio Rex«. «Pedro J. es Darth Vader: la fuerza es muy intensa en él y es una lástima que esté en el lado oscuro. Decía Ryszard Kapuściński que para ser buen periodista hay que ser una buena persona, y el exdirector de El Mundo no pasaría por esta definición. Pero Pedro J. Ramírez, para bien y para mal, es sin duda el periodista español más influyente de la historia reciente; el último dinosaurio de la era de la Transición».

Íñigo Sáenz de Ugarte: «Los agujeros negros de Pedro J. Ramírez«. «Pedro J. Ramírez ha sido el mejor director que haya habido en la prensa de Madrid o Barcelona (un Shackleton con el que merecía la pena jugarse la vida en una expedición imposible) y un horrendo periodista cuando llegó a la conclusión de que podía asumir todos los papeles que estuvieran a su alcance (y un director es un monarca absoluto con poderes ilimitados que en los días buenos es Carlos III, sólo se puede aspirar a eso, y en los malos convierte a Fernando VII en un tipo moderado y abierto a las críticas)».

Hugo Martínez Abarca: «Pedro J y el Poder«. «edro J. Ramírez ha sido un hombre del Poder: como buen representante de la generación victoriosa de la Transición ha querido disfrazarse de mucho más poderoso y brillante de lo que realmente era pero ha sido siempre tan servil como ha sido necesario sin traspasar las líneas infranqueables y sabiendo simular que las traspasaba heroicamente cada mañana».

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